Hay una paradoja que se repite cada vez que se pone sobre la mesa el debate sobre la energía nuclear: quien defiende mantenerla o ampliarla debe saber que defiende una energía más cara, más contaminante y que nos hace más dependientes del exterior, demostrando ignorar que tenemos a nuestro alcance alternativas más limpias, más baratas y de producción local. Dicho de otra forma, la energía nuclear contribuye al 70% de la dependencia energética de España, que anualmente supone casi 45.000 millones de euros; es decir, 1.000 € por persona. Una vulnerabilidad incomprensible.
Es como si, yendo al mercado, quisieran convencernos de comprar tomates caros, importados de países lejanos y con prácticas poco transparentes, cuando en la parada de al lado los hay más baratos, de proximidad y de igual calidad. Y más aún: nos piden que, encima, subvencionemos con nuestros impuestos esos tomates caros para que no parezca que lo son tanto. Esto ocurriría con la prórroga de las actuales nucleares.
Esa es la lógica que se esconde detrás de la defensa de la energía nuclear más cara que la producida por fuentes renovables como la solar o la eólica. Además, el uranio que alimenta estas centrales debemos importarlo de Rusia, Kazajistán o Níger, países con regímenes autoritarios al servicio de monopolios y oligopolios que utilizan este recurso como herramienta de presión geopolítica.
Esta dependencia no sólo es económica, sino también estratégica. Nos exponemos a, como ya ha ocurrido con el gas o el petróleo, que decidan subir los precios o restringir su exportación según sus intereses.
Además, la producción de energía nuclear genera residuos radiactivos que pueden tardar miles de años en descomponerse. Es decir, no sólo pagamos más por una energía que no controlamos, sino que dejamos un legado tóxico a las futuras generaciones. Y todo esto, mientras podríamos estar generando energía limpia, barata y local con el suelo, el agua, el viento y el aprovechamiento de los residuos orgánicos y biomasa que tenemos.
Algunos detractores de las renovables argumentan que ocupan demasiado territorio. Pero, ¿qué es más razonable: dedicar algunas hectáreas a paneles solares o aerogeneradores, que pueden integrarse en espacios agrícolas o industriales, o seguir dependiendo de un combustible que nos contamina, nos empobrece y nos hace vulnerables?
Lo insólito es que, para hacer ver que la energía nuclear no es tan cara, se propone que sea el Estado —es decir, todos nosotros— quien pague el elevado coste que supondría actualizarlas para seguir funcionando con los estándares de seguridad exigibles y el tratamiento de los residuos rompiendo el principio de todo país desarrollado que paga quien contamina. Pagaríamos nosotros y dos veces: con la factura de la electricidad y con los impuestos.
Quien diga que la nuclear es necesaria ignora que el 85% de los países del mundo no la tienen. Tampoco sirve como soporte donde la hay. Porque es muy poco flexible, lenta y no puede funcionar en casos de emergencia o necesidad repentina. Para esas circunstancias se necesitan tecnologías de respuesta rápida como el agua de costes fijos bajos para que tenga sentido tenerlas paradas para cuando sea necesario. La nuclear tiene costes fijos muy altos.
Hay que hacer números y calcular si con fuentes renovables acompañadas de almacenamiento y redes de energía suficientes y bien gestionadas tendremos suficiente. En la península Ibérica estos cálculos están hechos y los números salen si hacemos los deberes. Entonces ¿por qué se sigue defendiendo el mantenimiento y la prórroga de las nucleares? Por dos razones ideológicas principales. Primero, por la simplificación que se hace del sector energético reduciéndolo a una simple cuestión de generación y olvidando la revolución energética que permite nuevas formas de almacenamiento, flexibilidad de la demanda, digitalización y redes de electricidad y gas renovable. Segundo, por los poderosos lobbies que logran influir en algunos gobiernos y partidos conservadores confiando en que éstos les compensarán los precios de algún modo y en sectores sociales de buena fe que creen que para descarbonizar es necesario recurrir a las nucleares. Un apunte al respecto: Estoy convencido de que si terminara imponiéndose la prórroga o nuevas nucleares, el freno a las renovables sería espectacular y aplaudirían sus adversarios empezando por los conservacionistas mal llamados ecologistas.
La industria nuclear acusa de razones ideológicas a quienes demostramos empíricamente que es posible un mundo con renovables con soberanía energética, sostenibilidad ambiental y una economía más resiliente, competitiva y descarbonizada. Más bien son exclusivamente razones ideológicas las únicas que sostienen la continuación.
Es hora de dejar atrás tecnologías e ideologías del pasado y apostar por la energía que beneficie a todo el mundo, no sólo a unos pocos.
Versión en castellano del original en catalán publicado en el portal de OIKIA https://www.oikia.eco/noticies-actualitat/la-ideologia-de-voler-energia-cara-bruta-i-dependent