Más poderosa que Cleopatra o Nefertiti, Hatshepsut tomó posesión del
trono durante la minoría de edad de su joven hijastro, vistiéndose como
un hombre y llegando a proclamarse «Señora de las Dos Tierras» mediante
ofrendas a los dioses en el templo de Karnak, como hacían los reyes. En
una actuación política sin precedentes, se declaró a sí misma como
faraón a los 22 años de edad. Provenía de un linaje de mujeres política
y socialmente fuertes, no en vano, su abuela Amosis-Nefertari, influyó
poderosamente en el reinado de su marido, el faraón Amosis I. Aunque su
poder alcanzó todos los lugares de Egipto y su reinado fue muy
próspero, el legado de Hatshepsut fue sistemáticamente borrado de la
historia de Egipto. Los registros históricos fueron destruidos, los
monumentos derribados y su momia retirada de su tumba. Su muerte
también está rodeada de misterio.
La reina perdida. La búsqueda del cuerpo se inicia
en el Valle de los Reyes, lugar donde se encuentra la tumba original de
la reina (en nomenclatura KV20), a 300 pies bajo el suelo, el
equivalente a 35 pisos. Nos adentramos en ella de la mano del veterano
arqueólogo egipcio Zahi Hawass, y nos encontramos que está en muy mal
estado y a punto de derrumbarse. Durante dos días, los operarios
egipcios trabajan cuidadosamente retirando piedra del túnel hasta que
de pronto se revela la cámara. Entramos junto a Hawass en la tumba, la
primera de las construidas en el Valle de los Reyes, y notamos la
dificultad de respirar por la falta de oxígeno. Entrar en la cámara
mortuoria de Hatshepsut es impresionante, ya que aquí se depositaron su
momia y su sarcófago hasta que sus sacerdotes trasladaron los restos a
otro lugar desconocido huyendo de los frecuentes saqueos.
Como en cualquier búsqueda de una persona desaparecida, el equipo de
expertos construye un retrato robot de Hatshepsut para facilitar su
localización. La reina murió cuando tenía entre 40 y 50 años, tenía
grandes ojos con una notable separación entre sí, la nariz aguileña y
el rostro en forma de corazón. Debido a su linaje real, debía estar
envuelta en lino y tener su brazo derecho doblado hacia el pecho, como
signo inequívoco de realeza.
Con estos datos, nos trasladamos junto a Hawass a la tumba KV60,
cercana a la tumba de la reina y descubierta en 1903 por Howard Carter.
En ella se hallaron dos momias; la niñera de la reina, Sat-Ra, que fue
trasladada al Museo del Cairo, y otra sin identificar, en perfecto
estado y que pertenece a una mujer de complexión fuerte. Guiado por su
intuición, Hawas decide trasladar esta última al Museo de El Cairo para
someterla al escáner y comprobar si se trata de Hatshepsut. Su decisión
está reforzada por el hallazgo de una máscara en la misma tumba que
representa una cara de mujer –originariamente recubierta de un oro que
fue seguramente arrancado por ladrones– y en cuya barbilla se
encuentran unos agujeros donde iba ubicada la barba ritual de faraón.
Para ampliar la búsqueda, nos dirigimos a la tumba DB320, un gran
almacén de momias donde se han encontrado casi todos los parientes
directos de la reina: su padre, su marido y sus abuelos. Esta tumba
será de vital importancia para realizar las pruebas de ADN que
demuestren el parentesco de nuestra momia con sus antepasados. Por
ello, Hawas decide trasladar al Museo de El Cairo dos momias sin
identificar que fueron encontradas en este lugar, donde además se halló
una caja de madera con el nombre de Hatshepsut inscrito en ella y que
contiene las vísceras de la reina. Por tanto, nos encontramos con
cuatro momias candidatas: dos halladas en la KV60, esto es, la supuesta
niñera de la reina, y otra sin identificar de complexión fuerte y muy
bien conservada. Las otras dos momias proceden de la tumba DB320; una
de ellas tiene el rostro desencajado y la boca totalmente abierta
mostrando un intenso dolor, mientras que la otra momia está sumida en
un sueño plácido.