MEXICO - El Nevado de Toluca era un centro ceremonial y astronómico
El material arqueológico es colocado en bolsas de agua
para su preservación. Foto: Javier garcía
Los vestigios que un equipo conformado por arqueólogos y buzos ha descubierto en la Laguna de la Luna permite a los expertos saber que este lugar era un sitio ceremonial.
Hasta
la semana pasada el Nevado de Toluca era un lugar de veraneo familiar.
Durante centurias los visitantes de este lugar de recreo y
esparcimiento desconocieron que las culturas prehispánicas le dieron un
uso ceremonial al cráter de este volcán, donde hasta ahora permanecen
sepultados magueyes completos, siete cetros de madera de oyamel
dedicados a la deidad Tláloc, petates, infinidad de puntas de maguey,
pedazos de copal, obsidiana y mosaicos de turquesa.
Estos hallazgos extraídos de la Laguna de la luna, aunados a la localización de una calzada procesal de aproximadamente 500 metros de largo, construida en dirección al corazón del cráter y que da cuenta de alguna estructura, permiten a los especialistas del equipo de arqueología de alta montaña y arqueología subacuática –que trabajan en esta zona desde hace diez días– afirmar que este lugar era un sitio ceremonial y astronómico prehispánico, refugio de montaña Ayaucalli (casa de la niebla).
Estos hallazgos extraídos de la Laguna de la luna, aunados a la localización de una calzada procesal de aproximadamente 500 metros de largo, construida en dirección al corazón del cráter y que da cuenta de alguna estructura, permiten a los especialistas del equipo de arqueología de alta montaña y arqueología subacuática –que trabajan en esta zona desde hace diez días– afirmar que este lugar era un sitio ceremonial y astronómico prehispánico, refugio de montaña Ayaucalli (casa de la niebla).
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Los arqueólogos Víctor Arribalzaga y Arturo Montero,
responsables del proyecto Arqueología Subacuática y de Alta Montaña
Nevado de Toluca 2007 —impulsado por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia y National Geographic—, dicen que todo indica
que este espacio ritual de alta montaña tenía diferentes funciones que
iban desde la ofrenda, la observación de la naturaleza y la dinámica de
los astros.
Para corroborar el sentido ritual de estos hallazgos que datan de los años mil 300 a mil 500, los especialistas recurrieron a las fuentes documentales como el Códice Durán donde aparece un sacerdote con el atuendo de Tláloc, el cual porta en la mano un cetro en forma de serpiente –para regular las lluvias– como los que se han encontrado en la profundidad de las aguas localizadas en la cúspide del Nevado de Toluca.
Lo mismo hicieron al verificar el Códice Matritence, donde se ilustra cómo los sacerdotes de sacaban sangre con las puntas del maguey —que se relacionaba con la fertilidad— para sangrarse la lengua o algunos de sus miembros con el propósito de expiar sus culpas.
Por la gran cantidad de ofrendas se presume que a dicho centro ceremonial sólo acudían los sacerdotes de las culturas Mazahua, Otomí y Matlatzinga, a rendir tributo al dios de la lluvia.
Lo anterior significa, destacan los expertos, que estos descubrimientos aparentemente ubicados de forma aislada, tuvieron un contexto eminentemente ritual.
Para corroborar el sentido ritual de estos hallazgos que datan de los años mil 300 a mil 500, los especialistas recurrieron a las fuentes documentales como el Códice Durán donde aparece un sacerdote con el atuendo de Tláloc, el cual porta en la mano un cetro en forma de serpiente –para regular las lluvias– como los que se han encontrado en la profundidad de las aguas localizadas en la cúspide del Nevado de Toluca.
Lo mismo hicieron al verificar el Códice Matritence, donde se ilustra cómo los sacerdotes de sacaban sangre con las puntas del maguey —que se relacionaba con la fertilidad— para sangrarse la lengua o algunos de sus miembros con el propósito de expiar sus culpas.
Por la gran cantidad de ofrendas se presume que a dicho centro ceremonial sólo acudían los sacerdotes de las culturas Mazahua, Otomí y Matlatzinga, a rendir tributo al dios de la lluvia.
Lo anterior significa, destacan los expertos, que estos descubrimientos aparentemente ubicados de forma aislada, tuvieron un contexto eminentemente ritual.
Al mostrar algunas piezas de
material arqueológico –que mantienen en aproximadamente 52 bolsas con
agua para preservarlas en buen estado–, Montero habló de las acciones
que a partir de este momento guiarán sus trabajos de expedición:
“estamos buscando vestigios de los sacrificios de los niños. De acuerdo
con los biólogos consultados, los restos óseos de los infantes pudieran
estar preservados por el alto contenido de ácido que tiene el agua de
la laguna”.
Cetro de Tláloc
Ayer, durante el recorrido por el Nevado de Toluca, cuando el reloj marcaba las 14:37 horas Johan Reinhard, buzo profesional, reconocido en el mundo por sus expediciones y quien colabora en esta expedición comandada por el INAH, salió de la profundidad de las aguas de la laguna de la Luna, hacía señas que había realizado otro descubrimiento. Cuando emergió de las pesadas aguas, traía consigo un cetro de Tláloc, de apenas 67 centímetros.
El becario de National Geographic explicó que este vestigio lo sacó de entre el lodo y que se ha conservado gracias a la humedad.
Pese al saqueo practicado por los buzos desde la década de los cuarenta, en el fondo del cráter aún descansan centenas de vestigios arqueológicos dispuestos a hilvanar la historia del México prehispánico.
Números nevados
En este proyecto de arqueología de alta montaña y subacuática trabajan 15 personas entre buzos y arqueólogos
El volcán del Nevado de Toluca hizo erupción violenta, según los geólogos hace 11 mil años, aunque registró otra hace 3 mil 100 años
El cráter del Nevado de Toluca tiene cinco kilómetros de diámetro y sus lagunas están a 4 mil 200 metros de altura
Los buzos se sumergen en las pesadas aguas de la laguna de la Luna con 50 kilos de equipo, entre chaleco y reguladores
Toluca, Estado de México/Leticia Sánchez
http://www.milenio.com/mexico/milenio/nota.asp?id=509726