A Eleuterio Price le acababa de ocurrir algo con el conductor de un coche, un tipo que lo había sacado de quicio. “Lo que me molestó fue el tonillo”, me dijo Eleuterio. “Todo se puede decir, todo se puede preguntar, todo se puede insinuar, pero en el tono adecuado…” Yo me preparé para escuchar cualquier cosa, pues con Eleuterio nunca se sabe. “Y es que me lo podía haber dicho de veinte mil maneras, pero, mira por dónde, escogió una que me molestaba…” Parecía claro que la culpa había sido del otro. Al menos, eso era lo que pensaba Eleuterio. “Oiga, haga usted el favor, haga usted el favor”, me dijo el tipo. “Sí, que todos tenemos prisa…” Eleuterio impostaba la voz y hablaba como le había hablado el otro. “Verdad que aquí no hay ninguna señal de que se pueda aparcar?”, le había dicho el otro. “Pues, ¿entonces? ¿No ve usted que está estorbando?” Eleuterio sí que había visto que el coche estorbaba, y le habría dado la razón, pero no le gustó nada la manera como le hablaba aquel sujeto. Por eso, no abrió la boca.” “Bueno, ¿qué?”, le había dicho el otro. “¿Movemos el coche o no movemos el coche?” Eleuterio, ya convencido de que aquel individuo era imbécil, dice que pensó: “Como no venga tu madre a mover el coche, lo tienes claro.” “A ver si nos entendemos”, dijo el otro, que tenía un aire arrogante y perdonavidas y le hablaba como si Eleuterio fuera retrasado. “Su coche está estorbándome, y si no lo mueve no podré salir, así que haga el favor…” Eleuterio pensó: “No te estás dirigiendo a mí de la forma correcta, y si no te diriges a mí de la forma correcta tienes un problema…” El otro dio un palmetazo sobre el capó del coche. “¿Qué? ¿Lo mueve o no lo mueve?” Él no acababa de creérselo. ¿Era posible tanta chulería y tanta estupidez? “¿Sabe qué le digo? Que el coche no lo muevo”, dijo. “¿Ah, que no mueve el coche? Ya veremos si mueve o no mueve el coche…” , dijo el otro, y cogió una llave inglesa que llevaba en el salpicadero de su vehículo. “A ver si el coche se mueve o no se mueve”, amenazó el tipo y, de un golpe con la llave, reventó una de las farolas del coche. Eleuterio se quedó paralizado. “¿Se mueve o no se mueve?”, volvió a preguntar el tipo, y rompió la otra farola. Así que se trataba de un tipo duro. “¿Se piensa que me importa el coche?”, dijo Eleuterio. “Pues, mire si me importa…” Eleuterio, de una patada, le hizo un bollo a una de las puertas. “Mire si me importa…”, repitió Eleuterio, y dio otra patada en la otra puerta. Entonces, el tipo se puso pálido y, con un hilo de voz, preguntó: “Pero, bueno, ¿el coche es suyo o no es suyo?” “Eso es lo primero que tendría que haber preguntado, y en un tono más amable”, le respondió Eleuterio.
[Familia Price
]
14 Diciembre, 2008 10:19





