El hombre entra resoplando al comedor. ¿Cuánto van?, pregunta a su hijo-asistente. Cero a cero, pero domina Alemania. Bueno. A ver qué hace Portugal, dice el hombre, ya sentado frente al televisor, con una cerveza en la mano. Pero, ¿qué es ese ruidito?, pregunta, al instante. Es el ordenador portátil, está entrando alguna llamada, contesta su hijo-asistente. Uhá, ¿quién será a estas horas?, pregunta el hombre, como si no supiera que el único que le llama por el ordenador es su hermano, que vive en Canadá. Hola, ¿qué tal?, contesta, mientras mira de reojo al televisor. Nada, que tenía un ratito y quería conversar, dice su hermano. Vaya. Juegan Portugal y Alemania, y su hermano, que hace meses que no le llama, tiene ahora un ratito para conversar. Ah, pues yo estaba viendo un partido de la Eurocopa, dice el hombre, por si su hermano, entiende la indirecta. ¿Por allá no se sigue la Eurocopa? No, yo lo que sigo es el golf, dice su hermano. El otro día, por cierto, Tiger Woods hizo cosas increíbles. Cómo te parece que el tipo, en un par cinco, cae en un bunker, y desde el bunker bla, bla, bla. ¡Dios mío! ¡Están jugando Portugal y Alemania…!, piensa el hombre. ¡… Un eagle en el hoyo ocho!, dice su hermano. ¡Mierda, ya han marcado! Han marcado el primer gol, y su hermano en el hoyo ocho. En ese momento suena el teléfono fijo. Una tal Juani, dice su hijo-asistente. Joder, joder, joder… ¿Qué querrá Juani a estas horas? Espera un momento, le dice el hombre a su hermano; tengo una llamada por el fijo. ¿Qué pasa, Juani? Te llamo porque me ha pasado una cosa increíble, dice Juani. Resulta que nos quieren cobrar el transporte escolar de mis hijos. ¿Queeeeeeeeé?, piensa el hombre. ¿Están jugando Portugal y Alemania y Juani me llama para contarme que le quieren cobrar el transporte escolar de sus hijos? ¡Gol! ¡Papi, ha vuelto a marcar Alemania!, grita el hijo-asistente. ¡Mierda!, piensa el hombre. Oye, Juani: perdona, es que estoy hablando con mi hermano de Canadá. Oye—le dice después a su hermano—: perdona, es que tengo una amiga con un problema; te llamo más tarde. ¡Uf! ¡Menos mal…! Ahora, ya puede llamar el Papa de Roma, que no me pongo. ¿Cuánto van? Gana Alemania por cero a dos. Bueno, a ver qué pasa. Coño, con tanta interrupción, se ha calentado la cerveza. El hombre va a la nevera a por otra, y en ese momento el hijo-asistente grita: ¡Gol de Portugal! Mierda, mierda, mierda… A ver si la segunda parte… Pero, no. Por ahí por el minuto 50, se empieza a oír una voz infantil que grita repetidamente: ¡Papel! En el minuto 55, el hombre, desde el comedor, pregunta: ¿Qué quieres? ¡Papeeel!, insiste el niño. Collons de niño. En el minuto 61, el hombre, en el lavabo, pregunta: ¿No te he dicho mil veces que lo primero que tienes que hacer al entrar en el lavabo es fijarte en si hay papel? En ese momento, su hijo- asistente grita desde el comedor: ¡Gol de Alemania! ¡Por favor, por favor, por favor…! Este partido ya acaba así, piensa el hombre. Pero en el minuto 86 llaman a la puerta unos Testigos de Jehová. Y en el minuto 87, mientras el hombre intenta desembarazarse de ellos, marca Portugal. Portugal, dos; Alemania, tres. No hay más goles. Mejor.