Bernardino Price Penagos era un escritor discreto al que en cierta ocasión le dio por consultar su propio nombre en un buscador de Internet, con la esperanza de que, al contrario de lo que ocurría en el inaccesible mundo real, su obra tuviese alguna presencia. Y, efectivamente, el asunto pintaba bien: allí, en el ilusorio mundo virtual, figuraba él, primero, con dos apariciones, luego, con cuatro, después, con ocho, con dieciséis y, finalmente, con treinta y dos. Y ahí se acabó la alegría. El buscador ya no volvió a dar más que aquellas treinta y dos referencias. Sin embargo, Bernardino no se rendía: casi a diario volvía a introducir su nombre en el buscador, y casi a diario se llevaba la misma decepción. Era como si una mano invisible hubiese puesto un palo en las ruedas de aquella prometedora progresión geométrica. Hasta que un día ocurrió el milagro: el motor de búsqueda arrojó el increíble resultado de cuatrocientas veintidós referencias. Preso de la excitación, Bernardino comenzó a examinarlas una a una, pero comprobó consternado que las nuevas aportaciones no se referían a él, el escritor Bernardino Price Penagos, sino a un narcotraficante de nombre y apellidos idénticos a los suyos que había sido detenido en México. Esta coincidencia lo mortificó doblemente: por una parte, cayó en la cuenta de que alguien que se llamaba igual que él era un delincuente; por otra, que, dentro de su mundillo, ese malhechor era más importante que él en el suyo: trescientas noventa menciones, frente a treinta y dos. Sin saber por qué, Bernardino comenzó a imaginar lo que pasaría si en lugar de ser él, el escritor Bernardino Price Penagos, fuese el delincuente Bernardino Price Penagos. O sea: él mismo, pero con una profesión diferente. Sin darse cuenta, comenzó a volverse escurridizo y reservado y en aplicar a su vida lo que se entiende como “pensamiento criminal”. Se aficionó a la novela negra y a las películas de gánsters, y en poco tiempo pensaba, vestía y actuaba como un mafioso. De hecho, comenzó a llevar una “vida secreta”.  Él era el forajido Bernardino Price Penagos, evadido de la prisión central de Veracruz. Lo curioso es que, a miles de kilómetros de distancia, el reo Bernardino Price Penagos, que había%