En su primer café a solas como compañeros de trabajo, sin que viniera a cuento, María Fernanda de la Hoya —Nanda, para los amigos—, le dijo a Helio Robayo Price que ella nunca le había sido infiel a su marido. En su segundo café a solas como compañeros de trabajo, Nanda de la Hoya le comentó a Helio Robayo que lo consideraba un hombre discreto, leal e interesante. En el tercer café, y también sin que Helio Robayo hubiese preguntado, Nanda le insistió en que lo más importante para ella eran sus hijos y su marido, a quien quería mucho y al que nunca le había sido infiel. En el cuarto café, sin que Helio Robayo hubiese insinuado nada, Nanda le confesó que lo encontraba muy atractivo, y que incluso había soñado con él. En el quinto café, sin que Helio Robayo hubiese abierto la boca, Nanda volvió a recordar que ella nunca había sido infiel a su marido, pero que, en el caso de que eso ocurriera, tenía claro que sería sólo por una vez, y sin trascendencia. En la primera copa como amantes, tomada en la habitación de un hotel recoleto, Nanda le reveló a Helio Robayo que sí que había sido infiel a su marido, pero hacía muchos años. “Éramos novios, y yo tenía la sospecha de que él me ponía los cuernos”. A la siguiente vez, resultaba que, ya de casada, había vuelto a tener varios bises con el mismo cómplice de su desliz de noviazgo. En el siguiente encuentro, como Helio Robayo y ella no acababan de compenetrarse en la cama —sin que él hubiese dicho esta boca es mía— ella le dijo que no se preocupara, que esas cosas pasaban a veces. A ella ya le había ocurrido algo parecido, no con aquel del que ya le había hablado, sino con otro, más reciente, con quien había mantenido “una relación muy bonita”. En el encuentro siguiente, ella le dijo que, posiblemente, se estaba yendo de la lengua, pero, ¿recordaba a Meléndez, el jefe de sección al que habían trasladado en febrero? Y antes de que Helio Robayo le dijera si sí o no lo recordaba, prosiguió: pues ella y él habían estado liados durante un tiempo. Le daba un cierto reparo hablar de esas cosas, pero, como Helio Robayo nunca contaba nada… El siguiente encuentro volvió a ser en la máquina de café. Ella estaba furiosa. Se había enterado de que Helio Robayo, además de acostarse con ella, se había beneficiado a toda cuanta mujer atractiva se le había puesto por delante, tanto de su sección como de las otras plantas del edificio, y de algunas sucursales. ¿Tenía algo que decir? ¿Eh? ¿Eh? Helio Robayo se encogió de hombros. Lo suyo era: prudencia, pocas palabras, discreción.