El hombre se sacó un Nokia del bolsillo de la americana, pulsó una tecla de número predefinido, se acercó el auricular al oído y dijo: “Maribel, ¿cómo tenemos lo de Sydney?” Maribel debió de decirle algo que al hombre no le gustó, porque, con voz autoritaria, dijo: “No; no quiero que vuelva a pasar lo de Japón, ¿de acuerdo? Tu, insiste en que quieres la confirmación del regreso para el 25. Si no es para el 25, prefiero esperar al mes que viene. ¿Chicago? A Chicago que le den por ahí. Total, por un contrato de 300.000 euros no voy a estar pendiente de Chicago.” Yo saqué mi Blackberry de la funda que llevo en el cinturón, marqué el número del Bar Pepe, y dije: “¿Pepe? Soy yo. Sí. Que sí que iremos este sábado a ver el partido. Unos ocho. Pues, nada complicado: una tortilla de patatas, otra de calabacín, unos calamares, jamón serrano y, como mucho, sepia a la plancha. No, no. Vino de la casa. Joder, Pepe; que no es ninguna boda.” Al cabo de un momento, se oyó un riiing, y el hombre, por su Nokia 3650, tras escuchar unos instantes, dijo: “Maribel: ¿Cuántas veces tengo que repetirte que, menos de 200 metros, es un cuchitril? ¿Se llaman Soluciones Inmobiliarias, ¿no? Pues, que te lo solucionen. Céntrico; tiene que ser un apartamento céntrico. Tú, consíguelo, que ya decidiré yo si es caro o no.” Yo cogí mi Blackberry PDA, marqué otro número y dije: “¿Credigalaxis? ¿Señor Fuentes? Soy Price.  Llamo por el crédito. ¿Otra garantía? Pero, ¿en qué quedamos? El piso no era la garantía? No sé; ya hablaré con mi mujer. No; no. Mañana mismo.” El hombre marcó otro número en su Nokia 3650 Tribanda y dijo: “¿Pascual? ¿Cómo tenemos hoy el parque? Pues, vende Fenosa. No, eso ni se te ocurra; Fenosa; vende 10.000 de Fenosa. Y, de lo otro, nada. No; de comprar, nada; quieto ahí. ¿Que te llamó Barragán? ¿Un yate? ¿De cuántos metros? Ése, a cualquier cosa llama yate. Dile que, para pateras, nos vamos a Canarias.” Yo marqué el número de mi mujer en mi Blackberry PDA extraplana y dije: “He hablado con los de Credigalaxis. ¿Y qué? Pues que nos piden un segundo avalador. Y yo qué sé. Pues, sin otro aval, no nos lo conceden. ¿Cómo? Sí: estoy cerca. Sí; puedo acercarme a comprar. Beicon, crema de leche y espaguetis. De acuerdo, ahora voy.”  El hombre, por fin, guardó su Nokia 3650 Triplebanda de última generación. Yo hice lo mismo con mi Blackberry PDA extraplana Quality, y, sin mirarlo, me fui. En teléfonos móviles, no permito que nadie me pase la mano por la cara.