La cita a ciegas debió producirse así, a ciegas, es decir, sin que ninguno de ellos supiera nada sobre el otro, que era lo que había pasado cuando habían empezado a relacionarse en el ciber-espacio. Allí, cada uno de ellos refugiado en una doble intimidad, la de sus respectivos ordenadores y seudónimos, había comenzado lo que pudo haberse convertido en una historia de amor. Los dos eran aficionados a las charlas por internet, y los dos tenían un comportamiento casi idéntico: entraban a las salas de conversación y saludaban, pero luego se mantenían en silencio, simplemente siguiendo las intervenciones de los otros. Con el tiempo, cada uno de ellos supo que el otro era ya una persona madura, pero la verdad era que se portaban como dos adolescentes tímidos que, en medio de una reunión, se dedican a intercambiar miradas furtivas. Cuando él, que se hacía llamar “Indenait”, entraba a una sala de conversación, lo primero que hacía era comprobar si estaba ella, que se hacía llamar “Selene”. Hola, decía Indenait, y todos los participantes en la charla contestaban: Hola. Menos Selene, que era muy tímida. Entonces, él tampoco decía nada, se limitaba a seguir la charla durante el tiempo que hiciera falta —sabiendo que ella estaba allí, pendiente de ella, esperanzado—. Al cabo de un rato —minutos u horas—, Selene decía: Adiós, y nadie le contestaba —pues ya nadie le decía hola, ni adiós—, salvo Indenait, que, educadamente escribía: Adiós, Selene. Eso había sido al principio. Eran dos solitarios que se cobijaban en la multitud del “chat” para poderse encontrar. Después, todo fue cambiando, pero muy lentamente, porque ella era muy desconfiada. Pasaron semanas, antes de que ella se animara a responder la pregunta más simple y reiterativa de todas: Hola Selene, sé que estás ahí, ¿cómo estás? Así que, cuando llegó su respuesta, pareció abrirse el Universo. Selene escribió: Hola, Indenait, yo, bien, ¿y tú? A partir de ahí no todo fue coser y cantar, sino insistir e insistir, pero él ya estaba a punto de llevarse el gato al agua. Selene había accedido a que se vieran en persona. Para él, era como alcanzar la luna. Habían fijado lugar, fecha y hora. Faltaba sólo un detalle: ¿Cómo se reconocerían? Eso: ¿Cómo era él? Físicamente, se entiende. Indenait, que, en el fondo, era muy ingenuo, escribió: ¿Has visto a Brad Pitt en alguna película? Selene escribió: ¡Sí! Indenait, que a veces tenía una manera muy enrevesada de explicar las cosas, escribió: Pues, todo lo contrario. Selene se esfumó para siempre en la inmensidad del ciberespacio.
[Amores y desamores
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19 Agosto, 2007 13:22





