En la reconstrucción de los hechos se pudo saber que en la embarcación viajaban Ahmadou, que significa “el que viene del oeste”, Akinsanya, que quiere decir “con valor para la revancha” y Akinyemi, el “destinado a ser guerrero”, cuyo nombre indicaba que era exigente, íntegro, sincero en la intimidad, delicado, amante de los misterios, con buen criterio y celoso de que sus observaciones fueran bien recibidas. A los tres había que añadir a Berhanu, —“su luz”—, joven de naturaleza emotiva que todo lo aprovechaba, que tendía a realizar todas las acciones con método y respeto por la autoridad y la jerarquía y que valoraba lo sólido, lo protector, lo que le hacía sentirse seguro. Otro de los integrantes del grupo era Bwana, que significa “caballero” y que, de haber seguido los designios de su nombre, podría haber destacado en profesiones como científico, investigador, profesor, horticultor, ocultista, analista, abogado, inventor, analista o líder religioso. También teníamos a Dabir, otro nombre de origen africano que significa profesor o secretario y que confiere a su poseedor las cualidades de amabilidad y condescendencia. Dabir era suave, cordial, sagaz; amaba la armonía de las formas y le gustaban los métodos persuasivos; le encantaba sentirse alabado. En cuanto a Mensah, “el tercer hijo”, su naturaleza era emotiva y clarividente, y sus cualidades eran la perseverancia, la concentración y la clemencia; prefería lo oculto y le gustaba sentirse admirado. Rachid era prudente, amable y condescendiente; se amoldaba a todo y gustaba de ejercer la prodigalidad; era jovial y ameno y estimaba la dignidad. Sobre las dos mujeres del grupo, se supo que una de ellas era Akira —“inteligente”—, que se acomodaba a las situaciones, tenía un carácter alegre y era generosa. Por su parte, Mukantagara —“nacida durante la guerra”—, era diligente, cuidadosa, emotiva, gentil, vivaz, amigable y seguidora de los verdaderos valores escondidos tras la apariencias. Mukantagara estaba en estado avanzado de gestación, pero se ignora el nombre que iba a darle a su hijo —un varón, según se pudo apreciar en la autopsia—. Los cadáveres del grupo de africanos fueron localizados cerca de una costa tinerfeña en donde quizás el mismo golpe de mar o algún paseante despistado había arrojado un libro sobre el significado de los nombres y el carácter de sus poseedores, según la numerología. Nadie se ocupó de averiguar sus signos zodiacales, pero, aquella semana, los astros desaconsejaban que los Piscis, Capricornio o Cáncer invirtieran dinero en la Bolsa.