Joyas Capiteles corintios en el Museo Arqueológico de Gaza.
Foto: RICARDO MIR DE FRANCIA
Asomado
a una barandilla, mirando al Mediterráneo bajo un cielo plomizo y
chispeante que decolora la imaginación, Jawdat al Júdari glosa con
tristeza la historia de Gaza. "Esta ciudad fue siempre una
encrucijada, la última ciudad de Asia antes de ir a África. En la era
helenística, fue uno de los mayores puertos del Mediterráneo, conectado
con la península Arábiga, y, más tarde, una de las escalas de la ruta
de la seda". El presente ha borrado todo el brillo. Un borrico
arrastra una carreta con chatarra y, al fondo, varios edificios
agonizan vapuleados por la metralla.
Júdari se ha conjurado contra
la amnesia histórica. Este constructor, de 49 años, abrió hace 10 meses
el primer museo arqueológico de Gaza, un lugar modesto con una sala de
exposiciones y un restaurante con vistas al mar. El museo recorre los
5.500 años de historia de Gaza y de los pueblos que la habitaron.
Cananeos, filisteos, griegos, asirios, romanos, fenicios, bizantinos,
persas, árabes, cruzados y otomanos. En las paredes y las vitrinas se
exhiben desde utensilios de la Edad de Bronce a ánforas griegas,
pesadas anclas romanas de piedra, tallas egipcias de alabastro, monedas
de Al Andalus, miniaturas de marfil o capiteles corintios de la era
bizantina.
Todas las piezas forman parte de su colección privada. "Las
he ido recogiendo durante los últimos 22 años. Me gustaría que le
sirvieran a esta sociedad para no olvidar la riqueza de su pasado",
afirma. Durante la ofensiva israelí de enero, las ventanas y puertas de
las oficinas volaron arrastradas por la onda expansiva. El museo se
salvó por un pelo. A menos de 30 metros, aún se ve el cráter que dejó
un misil.
Júdari ha reunido con minuciosa dedicación cada uno de
los tesoros de su inventario. Algunos los compró a pescadores y
campesinos; otros los encontró al poner los cimientos de un nuevo
edificio o al excavar un pozo o una conducción de agua. "Si caminas
por la playa, puedes encontrar monedas griegas o romanas. Los
pescadores sacan cerámica helenística. No es difícil encontrar nuevas
piezas. Desde los tiempos otomanos, ha habido poco interés por la
arqueología".
Relativamente. Todos los conquistadores modernos
de esta franja, escenario de la muerte de Sansón a manos de los
filisteos o del asedio de las tropas de Alejandro Magno, excavaron sus
dunas en busca del legado arqueológico. Quizás el más valioso de sus
tesoros lo encontraron los otomanos: el Zeus de Gaza, una estatua
imponente preservada en el museo arqueológico de Estambul.
En los
años del mandato, en el período de entreguerras, los británicos se
centraron en el yacimiento de Tel Ajur, la capital en tiempo de los
cananeos que el faraón egipcio Tutmosis III trasladó más tarde a la
ciudad de Gaza. Sus joyas de oro se contemplan hoy en el Museo
Británico.
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Daños La vitrina se rompió, pero las ánforas griegas se salvaron.
Foto: RICARDO MIR DE FRANCIA
Expoliadores
Tampoco los israelís pudieron
contenerse a la tentación del expolio. Tras conquistar Gaza a los
egipcios en la guerra de los seis días (1967), el general Moshe Dayan,
voraz arqueólogo aficionado, fue el primero en excavar en Deir el
Balah, un yacimiento egipcio de los siglos XIII-XIV a.C., donde, junto
a los restos de un palacio, halló lápidas y sarcófagos antropomorfos. "Dayan
y su equipo se llevaron muchas piezas; algunas se las quedaron y otras
las vendieron a los anticuarios de Jerusalén. Luego llegó la arqueóloga
profesional Trude Dothan, que catalogó sus hallazgos y acabó
cediéndolos al Museo de Israel", cuenta Júdari.
En la mísera franja de Gaza, su museo se ha convertido en la única ventana de la historia. "La
pobreza y el conflicto han hecho que esta sociedad dé prioridad a cosas
más mundanas, pero existe un interés real. Desde que abrí el museo, más
de 15.000 personas han venido". En Oriente Próximo, la historia envenena el presente, pero también sirve para relativizar sus tragedias.
"Ni
el bloqueo de hoy ni la destrucción de esta última guerra son nuevos.
Gaza ha sufrido muchos asedios y ha sido destruida al menos cinco
veces, la última durante la primera guerra mundial. Quienes la
sometieron acabaron marchándose y Gaza sobrevivió. Yo creo en el futuro
porque conozco con detalle el pasado", concluye.
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