En lo cotidiano

A principios de septiembre de 1986, yo terminaba con GREC nuestra gira de verano. Ya nos disponíamos a grabar nuestro disco “SOC”, cuando hicimos un último concierto en Sant Sadurní d’Anoia, si mal no recuerdo. En nuestra breve carrera, coincidiríamos con muchas bandas ya conocidas (Gabinete Caligari, Toreros Muertos, Pau Riba, Plateria, Salseta o Gato Pérez) y con otras que lo serían (Sopa de Cabra, Sangtraït, Els Pets) pero, esa tarde de un verano agitado, la suerte nos pondría a compartir escena con el gran Luis Eduardo Aute, a quien acompañaba una jovencísima Mónica Molina, que luego haría carrera en solitario. Recuerdo a nuestro técnico de sonido explicándonos los detalles del espectáculo que ofrecía Aute, haciendo hincapié en el modernísimo efecto de voz que utilizaba -primicia entonces que había copiado de Phil Collins- y que, no obstante, tenía el riesgo de acentuar las desafinaciones en la entonación. En su banda, la mayoría eran componentes de Suburbano, por lo que supongo que la batería que yo miré -y probé, modesta y disimuladamente- con sana envidia, era la del increíble maestro Tino di Geraldo.

  Aute llegó después con Mónica y se mostró amable y cercano con los que allí estábamos (actuaba alguna otra banda, creo que La Vella Dixieland) aunque casi no llegamos a coincidir, ni en el backline ni en los camerinos. Luego, Aute inició la prueba de sonido, sin haber calentado la voz, poniendo una sonrisa maliciosa en la cara de nuestro técnico, a modo de “lo que os decía ¿eh?”

  Mucha gente acudió al concierto -para ver a Aute, claro está- y el genial cantautor nos ofreció una de sus mejores facetas artísticas, dando un repaso a sus grandes éxitos. Recientemente, había sacado al mercado su recopilatorio “20 poemas de amor y una canción desesperada” (su título homenajea a Neruda) en el que, entre otras perlas, estaba mi favorita. Cuando estaba en escena y cantó “Al alba”, no pude evitar un estremecimiento: “parece que adivinaran, que el día que se avecina, viene con hambre atrasada…”. Piel de gallina. Se fue el artista, queda su arte.