El profesor Andres F. Price entra en el laboratorio de ciencias, deposita con aire misterioso una nevera portátil sobre su mesa y comienza a hablar ante sus alumnos de Tercero B. Hoy, en clase de Anatomía, van a conocer algunas cosas sobre el órgano principal del cuerpo humano. Por supuesto que todos los órganos del cuerpo son importantes, porque cada uno de ellos cumple una función específica para la salud, pero éste, del que van a hablar hoy, es el más importante, el rey de los órganos. ¿A qué órgano nos estamos refiriendo? ¡Al cerebro, profe! Bueno, el cerebro es muy importante, por supuesto, pero, ¿además del cerebro? ¿Un órgano que si deja de funcionar morimos al instante? ¡El corazón! Bien: el corazón. La clase empieza a estar encarrillada. Pero, en ese momento, Alba, una de las alumnas, saca un espejito de la mochila y comienza a mirarse en él, mientras otras dos chicas la observan. Oh, no, no, no. ¡Guarda eso, por favor!, dice Andrés F. Escuchad, Alba y todas las demás: todas vosotras sois guapísimas. No hace falta que lo estéis verificando a cada momento. Y menos ahora, que estáis en clase; en clase toca estudiar y estar atentos; no toca comprobar si el rímel sigue en su sitio, ¿de acuerdo? No seáis como las Bratz. ¿Conocéis a las Bratz, verdad? ¿No habéis visto nunca a las Bratz? Las Bratz es una serie de dibujos animados que pasan los sábados por la tele. Trata de unas niñas que sólo piensan en maquillarse, en los novios, en ir a la peluquería y en comprar ropa para estar a la última moda. Vosotras sois estudiantes, no sois Bratz, ¿de acuerdo? Bueno: vamos a lo nuestro, que es el corazón humano. El profesor Andrés F. Price se pone unos guantes de látex, abre la nevera y extrae… ¡Anda! ¿Eso es un corazón humano, profe? No, no es un corazón humano, pero se le parece mucho. Es un corazón de cordero. Ah. Durante el resto de la hora, el profesor desarrolla uno de sus temas favoritos. Más que una clase, lo que realiza es un ejercicio de prestidigitación durante el cual, a medida que explica el sistema circulatorio, va localizando los orificios de las venas y las arterias del corazón de cordero y va introduciendo por ellos puntas de lápices de distinto color: lápices rojos en el caso de las arterias, y lápices azules en el de las venas. Los alumnos siguen sus movimientos con gran interés, y eso que ignoran que Andrés F. se guarda un as en la manga: ahora, dice casi al final, van a comparar ese corazón real de cordero con la lámina colgada en una de las paredes que representa un corazón humano. Sí, ésa en la que nadie se había fijado. ¡Anda, pues es verdad: es idéntico, profe! A partir de ahora, los alumnos mirarán esa lámina con  mayor atención y la entenderán mejor. La clase, una de sus mejores clases, está a punto de acabar. Bueno: una hora aprovechada. ¿Alguna pregunta? Sí, profe. Menos mal. Ahora es Alba la que se interesa: ¿A qué hora has dicho que pasan la serie de televisión de las Bratz?