Aunque supiera que se trataba de un matrimonio que llevaba tiempo haciendo aguas, a José del Carmen Price nadie le sacaba de la cabeza la idea de que él había sido el culpable de la ruptura entre Jorge Libardo Peña —uno de sus mejores amigos— y María Delia Santos —una de las mujeres más atractivas de Tarcuna—. La amistad entre José del Carmen y Jorge Libardo venía de lejos y había sido fogueada en varios frentes, tanto en su etapa de universitarios como en el ejercicio de su profesión. Pero, ni siquiera la competencia feroz que debían librar a veces entre ellos como representantes comerciales de empresas rivales había podido resquebrajar el afecto que se profesaban. Tampoco los había separado la incursión de María Delia en la vida de Jorge Libardo, que no había abandonado por ella las juergas con José del Carmen. María Delia era una mujer de bandera, de las que quitan el hipo, pero, desde la primera vez que la vio, José del Carmen cercenó cualquier pensamiento, palabra, obra u omisión que pudiera crear algún malentendido entre él y la pareja de su amigo. Solían salir a divertirse los tres juntos, y, eso, a pesar de la actitud fiel de José del Carmen, dio lugar a las consabidas situaciones ambiguas, a los juegos de sospechas y a los sobreentendidos con que la gente suele adornar las relaciones entre tres que deberían ser sólo de dos. A decir verdad, cuando coincidían los tres, el enamorado de María Delia parecía ser José del Carmen, que se comportaba con ella de forma amable y considerada, y no Jorge Libardo, que, la mayoría de las veces, la trataba como a un trapillo de limpiar. Y esa actitud pública de su marido, que no era otra cosa que el débil reflejo de su comportamiento en privado, tenía a María Delia muy hartita, como se lo había repetido varias veces a José del Carmen. Aquel día, el día que José del Carmen recuerda como el día en que pudo salvar el matrimonio de su amigo, ella volvió a decírselo. Estaba harta. ¿Sabía lo que le acababa de hacer Jorge Libardo? Se había marchado tres días a Granada y la había dejado sola. Sola, ¿entendía? Y, por si no lo acababa de entender, María Delia le repitió varias veces que esa noche iba a estar sola. José del Carmen entendía, pero no tuvo valor para entender bien a María Delia, quien, al día siguiente, posiblemente harta de los dos, abandonó para siempre a Jorge Libardo y se fue a vivir a La Coruña. Por eso, a José del Carmen no hay quién le quite de la cabeza que, si esa noche se hubiese convertido en el amante de María Delia, ella y Jorge Libardo todavía estarían juntos.