ORIGENES DEL BAILIO EN EXTREMADURA
En
la primera centuria del siglo XI, Amalfi, una pequeña república
independiente situada cuarenta kilómetros al sur del Reino de Nápoles,
vivía la que habría de ser su época de mayor esplendor y prosperidad.
Al seguro abrigo de su amplio puerto rodeado por los abruptos
acantilados que configuran uno de los extremos del golfo de Salerno se
había desarrollado un fructífero comercio de intercambio con los países
remotos del Oriente Medio y, de continuo, sus avezados marinos surcaban
seguros el Mediterráneo perfectos conocedores de las rutas que
enlazaban las costas del calmo Tirreno con los mercados exóticos de
Siria y el Líbano. Ellos fueron los que contaron las penalidades que
afrontaban a diario los fieles romeros que acudían a visitar los Santos
Lugares y, conmovidos en su fe por aquellos desgarradores relatos, los
integrantes del gremio de mercaderes amalfitanos solicitaron, y
obtuvieron, de Ma"ad al-Mustansir Billah, Califa fatimí de Egipto,
permiso para erigir en Jerusalén unas instalaciones destinadas al
auxilio de estos peregrinos. Pronto, como aquel hospital se consagrase
a la advocación del Bautista, a sus congregantes se les conocería como
Hospitalarios de San Juan. En 1097 arribaron a Constantinopla los
integrantes de la primera cruzada, pía obra predicada al grito de ¡Dios lo quiere!
por el papa Urbano II, y dos años más tarde, en julio de 1099, las
aguerridas huestes de Godofredo de Bouillon hicieron su entrada en
Jerusalén. Una de las primeras acciones que acometen los caballeros
cruzados es liberar a los cautivos en las cárceles otomanas y, entre
ellos, al Beato Gerardo, un piadoso benedictino acusado por la
autoridades jerosolimitanas* de ayudar a los guerreros de la Cruz. El
Beato Gerardo de Tom era natural de la ciudad de Amalfi y, hasta su
detención por los turcos, ejercía el gobierno del hospital de San Juan.
Dado que la conquista de la ciudad dio origen a la creación del Reino
de Jerusalén, los hospitalarios asumieron, además de la atención a los
peregrinos enfermos o necesitados, la defensa de los viajeros
cristianos contra los ataques de los infieles, pasando a constituirse
en una orden militar. Como uniformidad adoptaron la del hábito usado
por los hospitalarios: una túnica de paño sobre la que se bordaba la
cruz octogonal que aparece en el escudo de la ciudad de Amalfi. En
1187, el Sultán Salah ad-Din reconquistó Jerusalén y la congregación
trasladó su cuartel general a la fortaleza de San Juan de Acre, en
Akka, ciudad costera de Israel, lugar en el que permanecerían hasta
1291, año en que se vieron obligados a evacuar la ciudad y retirarse,
primero a Chipre, y, más tarde, a la isla de Rodas. Allí sustituirían
su ejército, pensado para entablar combate en tierra firme, por una
potentísima flota que, en adelante, habría de convertirse en el terror
de la armada turca. De las peculiaridades de la guerra en el mar surgió
la necesidad de agrupar a cuantos componían la Orden y para ello se
atendió primordialmente al criterio de la afinidad de idiomas. Se
constituyeron siete grupos de lenguas de los que a España correspondió
el llamado grupo Aragón-Navarra, separándose Castilla en 1492 para
crear la octava lengua. A su vez, cada lengua se constituía en Grandes
Prioratos, Bailiajes y Encomiendas a cuyo frente, y como autoridad
delegada del Gran Maestre, se designaban priores, bailíos y
encomenderos. Las conexiones entre la Orden y sus altos cargos con la
aristocracia del momento dieron como resultado que muchos nobles
engrosaran sus títulos y posesiones con las administradas por aquella,
derechos y prebendas que, en gran parte, se han conservado hasta
nuestros días, sirviendo como ejemplo de ello el conocido Fuero del
Bailío, derecho consuetudinario que pervive en Extremadura como
recuerdo de sus antiguos privilegios forales.
Tal día como hoy, en
1722, el bailío Don Miguel Reggio Brachiforte, insigne marino a quién
Su Majestad Felipe V ese mismo año había designado Jefe de la Escuadra
de Galeras, se enfrentó con solo dos embarcaciones a una fuertemente
armada saetía* tunecina que practicaba el corso en las aguas de
Barcelona, derrotando tras enconada lucha a sus tripulantes y apresando
la embarcación africana. Don Miguel Reggio descendía de una familia de
la nobleza siciliana y su hermano mayor, Andrés, también marino,
llegaría a desempeñar los cargos de Capitán General del Departamento de
Cádiz y la Dirección General de la Armada española. En 1718, don Miguel
Reggio tomó parte en la expedición a Sicilia como Capitán de Navío a
las órdenes del extraordinario marino e ingeniero naval don Antonio de
Gaztañeta Iturribalzaga, Comandante General de los Jefes de Escuadra y
Ejército del Mar Océano que habría de enfrentarse a las fuerzas de la
Cuádruple Alianza. Finalizada aquella campaña, luchó victoriosamente
contra los piratas berberiscos que asolaban el Mediterráneo. En 1732
participó en la conquista de Orán, y en 1734, a las órdenes del Duque
de la Toscana, hijo de Felipe V, tomó parte en los combates que
retornarían el reino de Nápoles-Sicilia a la órbita española. Cuando
Carlos III heredó el trono de España cedió la corona de las Dos
Sicilias a su hijo Fernando, durante cuya minoría de edad desempeñaría
don Miguel Reggio el gobierno en calidad de Regente. Por la calidad de
sus servicios a la corona, el Rey concedió al bailío don Miguel Reggio
Brachiforte su ingreso como Caballero en la Orden del Toisón de Oro.
Jerosolimitano: Natural de Jerusalén. Perteneciente o relativo a esta ciudad de Palestina. Saetía:
Embarcación latina de tres palos y una sola cubierta, menor que el
jabeque y mayor que la galeota, que servía para corso y para mercancía.
Imagen: Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén.