Aquella parecía una historia con final feliz. Sin embargo, aunque hubiera sido fácil preverlo, nadie adivinó la reacción que se produciría en el vecindario. Primero fueron sólo indicios vagos: miradas de refilón, sonrisas disimuladas, comentarios a media voz, indirectas, risas sardónicas… Todo eso ocurría cuando el anciano y el niño salían a pasear por las calles del pueblo, o iban al mercado, o se internaban en el bosque en busca de leña. Quizás, si no se les hubiese visto tan contentos de tenerse el uno al otro, tan desentendidos del resto del mundo, tan satisfechos de la vida, los rumores no se hubiesen extendido tan pronto, o hubiesen sido menos crueles. Pero no hay nada que suscite más envidias que la felicidad de los humildes. Meses atrás, el anciano había abandonado el pueblo sin dar explicaciones. Incluso, dada su edad, se llegó a pensar que había muerto despeñado en algún barranco inaccesible del bosque, o fallecido de fatiga en algún camino intransitado, o sido presa de los salteadores. En cualquier caso, el viejo habría sido víctima de una obsesión febril: en los últimos tiempos, le había dado por afirmar que su hijo se había marchado de casa, que posiblemente estaría en peligro y que él debía salir en su busca. Todo el pueblo sabía que él nunca había tenido hijos, así que nadie se lo había tomado en serio, hasta que desapareció. Bueno, la verdad fue que, cuando desapareció, casi nadie notó su ausencia, y, cuando volvió a aparecer, casi nadie hubiese notado su presencia si no hubiese regresado con el niño. “¡Eh, el viejo carpintero tiene un amiguito!” “¿Así que este era tu hijo? Pues, no se te parece…!” “¿No es un poco joven para ti? O tú un poco viejo para él?” Esto fue después, cuando de las sonrisas malintencionadas se pasó a los sarcasmos. Ahora, ya casi no podían salir de casa sin que un corro de chiquillos los siguiera a todas partes y les lloviera de vez en cuando alguna piedra, una boñiga de animal o una fruta podrida. “¡Viejo!” “¡Degenerado!” “¿De dónde has sacado al chaval?” “¿Qué has hecho con sus padres?” La historia, que ya no podía tener un final feliz, tomó un cariz todavía más amargo el día en que se presentaron los carabineros y arrestaron al anciano. Éste, ante el juez, contó una versión increíble: un día, en el bosque, había encontrado un tronco muy especial que había llevado a su taller y había convertido en marioneta. Luego, esa marioneta había cobrado vida y… ¿Para qué seguir? Ningún jurado iba a tomarse en serio una patraña tan complicada.