La certeza definitiva la tuve ayer por la tarde, cuando mi madre le volvió a preguntar a mi padre si había bajado al parking o no, y al contestarle mi padre que sí, que había bajado al parking, mi madre le preguntó si las ruedas del coche estaban en su sitio o no, y mi padre le preguntó a su vez a mi madre que qué ruedas, a lo cual mi madre contestó que pues las ruedas del coche, cuáles iban a ser. Ah, claro, las ruedas del coche, dijo mi padre, que pareció entender lo que eran unas ruedas de coche cuando mi madre le guiñó un ojo indicándole que las ruedas del coche por las que preguntaba no eran las ruedas del coche, sino aquellas otras ruedas del coche, es decir, una cosa que mi madre había dejado en el maletero del coche y mi padre no había visto. En el coche no hay nada, le había dicho días antes mi padre a mi madre, y mi madre le había dicho que no podía ser, porque ella estaba segura de haber dejado la cosa en el maletero. A mi padre se le veía preocupado, porque, de vez en cuando, preguntaba a mi madre si estaba segura de haber dejado la cosa ahí, y mi madre le decía que sí, que estaba segura, y él continuaba asegurando que no la había visto, y ella decía que, entonces, era que la cosa se había caído al abrir el maletero del coche. Es imposible que se haya caído al abrir el maletero, decía mi padre, y entonces mi madre decía: pues, entonces, es que nos la han robado, y mi padre decía que no podía ser, que cómo iban a robar una cosa del maletero sin forzar la puerta del maletero, y entonces mi madre decía: pues, entonces, la habrás perdido, y mi padre decía: la habrás perdido tú. Pues, ahora qué vamos a hacer, preguntaba mi madre, pues, tú misma, preguntaba mi padre, a ver cómo lo arreglas. A ver cómo lo arreglas tú, que has sido el que has perdido la cosa, decía mi madre.
Pero, todo eso se solucionó cuando mi padre bajó una vez más al parking, volvió a buscar en el maletero y encontró, no la cosa, sino una cosa más pequeña que abultaba menos que la cosa que él buscaba. Pues, ¿cómo es que has comprado esa cosa?, le preguntó mi padre a mi madre, y mi madre le contestó: ¿Y qué otra cosa querías que comprara? Pues, aquella otra cosa tan chula, dijo mi padre. Bah, dijo mi madre, si es lo mismo. ¿Que es lo mismo? Ya veremos, dijo mi padre.
Así fue como me enteré de dos cosas: la primera, que mis padres todavía piensan que yo creo en los Reyes Magos. Y la segunda, que los Reyes Magos me iban a traer un libro más de la colección del señor Coc, y no la casa gigante del señor Coc, que era lo que yo había pedido.Pero, todo eso se solucionó cuando mi padre bajó una vez más al parking, volvió a buscar en el maletero y encontró, no la cosa, sino una cosa más pequeña que abultaba menos que la cosa que él buscaba. Pues, ¿cómo es que has comprado esa cosa?, le preguntó mi padre a mi madre, y mi madre le contestó: ¿Y qué otra cosa querías que comprara? Pues, aquella otra cosa tan chula, dijo mi padre. Bah, dijo mi madre, si es lo mismo. ¿Que es lo mismo? Ya veremos, dijo mi padre.





