No se bien la causa de mi madrugón, pero me desperté
a las 04:40 de la mañana y no pude volver a dormir. El caso es que a las 6:00
ya estaba vestido y con la mochila a punto de marcha. Me chocó mucho que a las
5 de la mañana la mitad de los peregrinos ya estuvieran levantándose. Por
ejemplo, el vecino de arriba de mi litera a las 5:30 ya bajó de la cama listo para caminar. El caso es que dado que ya estaba a punto, decidí salir y dar comienzo a la última etapa.
Cuando salía de la sala de literas, en la que por cierto,
alguien ya estaba con el vídeo de Harry Potter el Bananero, los del BST
me empezaron a increpar con consejos del tipo:
- Cuidado
con los coches parados, no vayan a atropellarte.
- No
cojas caramelos de los desconocidos.
- Lávate
las manos antes de comer.
- Y
algún otro que no transcribo de momento.
En fin, que teniendo en cuenta que la mitad de la
sala estaba en la cama todavía, más de un@ vi como reía.
Ya en la calle, y para mi desesperación, no había
ningún bar abierto, con lo que me quedé sin café.
Atravesé el pueblo y a casi al final, a mano
derecha, ya había el mercado celta medio montado del día anterior.
Justo dejar Arca, el camino discurría entre
unos bosques de eucaliptos, y por la pereza de no buscar entre la mochila y
sacar la linterna, me adentré unos metros éllos completamente a oscuras;
tétrico y lleno de ruidos misteriosos. Duró poco mi marcha hasta que una bifurcación me hizo detener. En menos de un minuto ya había
unos cuantos peregrinos que, armados con sus frontales, me indicaron el camino
a seguir. Como iban muy rápido para mi ritmo, a los pocos minutos me volví a
quedar a oscuras de nuevo, pero detrás volvían más linternas con las que
seguir. Así, poco a poco se fue levantando el día, que según el iPhone
anunciaba agua, y a tenor de las nubes, posiblemente tuviese razón.
El camino se me hizo largo y pesado, quizás por la
inminente finalización de mi anhelada aventura.
Había dormido poco y se me había contagiado lo gris del día a mi estado
de ánimo.
Y, hay que decir que la etapa no me gustó mucho. Yo
creo que es la más “fea” de las que he hecho.
Paré en un bar para tomar café y lo cierto es que
había tanto peregrino y tan poco camarero que a los 5 minutos de esperar, salí
sin café, sello ni nada. Por surte, a menos de 25 metros había una capilla
donde sellé la credencial. Y además, el cura resultó ser el italiano que dio misa
ayer en Arca. Me comentó que tenía a su cargo 5 iglesias de pueblecitos
cercanos a Pedrouzo.
Allí, a los pies de la pequeña ermita, había un
chiringuito de souvenirs donde además de recuerdos, te alquilaban un traje de
peregrino de los de antaño para poder
hacerte una foto: Gorro de cuero con el ala frontal levantada y concha en lo
alto, capa de fieltro y bastón con calabazas.
A partir de este punto, el camino se hizo cuesta
arriba por altimetría y por moral, ya que allí empezó a lloviznar y me intenté
poner el poncho. Menos mal que no cayó mucha agua ya que la prenda demostró que
solamente vale para ir a Port Aventura en las atracciones acuáticas. El poncho
de excursionista tiene otro corte que se adapta a la mochila y este no me
sirvió de mucho.
El paso por delante de Televisión de Galicia fue quizás
el peor tramo de todo el recorrido, ya que a parte del asfalto a un lado teníamos
alambrada y al otro cerca metálica. Pero, bueno, como todo el Camino, lo que a
mi me parece feo a otros puede parecer bonito.
Por alguna extraña razón, la cerca que bordea el aeropuerto y la autopista, está llena de cruces de madera o de hierbas secas que los peregrinos se afanan en solocar entre el tejido metálico. Me pregunto a que se debe este fenómeno.
Después de lo que me pareció una eternidad, llegué a
Monte do Gozo, donde teóricamente debían hacer noche los BST. Allí me hice unas
fotos frente a un monumento enorme alegórico de una visita del Papa Juan Pablo II, y
me volví a encontrar con Leticia. También se unieron en este tramo final José Ramón
y su madre, con los que compartí albergue en Melide. Mientras Leticia probaba
suerte con un bocata prefabricado, me tomé otro café, el tercero del día, y
como los otros dos, DE PUCHERO. Que malo que es el café de puchero cuando estás
acostumbrado a café expresso… Yo creo que mi estado de ánimo estaba tocado por
culpa de no haber tomado un café en condiciones.
La bajada de Monte do Gozo hasta Santiago es
bastante cuesta abajo, pero solamente un par de kilómetros y ya estábamos en la
entrada de la ciudad del Apóstol. Y como siempre, siguiendo las señales hasta
el destino. En este caso, en vez de flechas se seguían las conchas de latón.
Nos separamos de José Ramón cerca de la Catedral, ya
que Leticia y yo no teníamos pensión reservada. Estuvimos andando y preguntando
hasta que llegamos al Seminario Menor, en donde nos tuvimos que esperar media
hora a que nos dieran cama. En este caso, por 4 € más, en vez de cama en sala
compartida, nos dieron una cama en una habitación individual para cada uno.
Ducha, cambio de ropa y a por la comida.
Unos 800 metros nos separaban del casco antiguo. Y
allí, después de patear casi una hora buscando un localito que satisficiera las
necesidades alimenticias de ambos (el que le gustaba a ella a mi no me acababa
de hacer el peso, y viceversa). Al fin,
una terracita consensuada, una comida aceptable
y posterior a ésta, la siesta.
A media tarde, ya estaba dando vueltas de nuevo por
las callejuelas del casco antiguo de Santiago, que por cierto, me encantaron.
Bares y restaurantes a porrillo entre las tiendas de souvenirs. Allí me encontré
con Rufino y su Sra. Ah!, y con Laura y Sabrina.
Habíamos llegado a meta. Con llovizna o calabobos,
si, pero habíamos llegado. Por la tarde, justo terminar la siesta, me fui a la
Oficina del Peregrino a sellar la credencial y a recoger la compostelana. Las
cosas son como son: Me hizo mucha ilusión. Allí también me informaron del
horario para sellar por la mañana para que se mencionara a los peregrinos en la
misa de las 12 del viernes. Transmitida la info al clan de los sevillanos, ya
me sumergí en las tascas para degustar los vinillos de la zona. Y es que “Donde
fueres, bebe lo que vieres“, y allí se bebía Estrella Galicia y Vino Ribeiro.
Atrás habían quedado 112 Km, 6 maravillosos días, un
montón de pasos correlativos, 17 cervezas, 33 botellines de agua, 2 platos de
Pulpo y algún botellón. Ah!,y algún chupito de Orujo de Hierbas entre otras
cosas.
Por la noche, la vuelta al Seminario Menor resultó
patética, ya que me desorienté totalmente y me perdí y resultó que en vez de ir
al Este, terminamos en el Oeste. Y es que de noche todos los gatos son pardos…
Terminó llevándonos en su coche una pareja,
conocidos de Leticia. Menos mal, ya que era casi la hora límite para la llegada
al Albergue…
Subir 4 plantas a pie y a recapacitar sobre el día.
Lo que había sido una ilusión, un proyecto, una
idea, se había materializado. Se había llegado a puerto. Andando, a la antigua
usanza, había llegado a finalizar el tramo propuesto del Camino. La verdad es
que tenía un subidón de moral que me llevaba a pensar que, como me encontraba
muy a gusto, a lo mejor seguiría hasta Finisterra. ¿Empezaba a delirar? No.
Había terminado y ya iba siendo hora de tocar de pies en el suelo.
Sobre el viernes, si que mencionaré que la misa fue
muy emotiva y excesivamente larga para mi gusto, pero al final los peregrinos
de la Denominación de Origen JAMÓN DE TERUEL se rascaron el bolsillo y pudimos
ver en funcionamiento el Botafumerio, cosa que solamente había visto en
televisión.
En la catedral, una vez finalizado el oficio, me
despedí de las señoras inglesas con las que había compartido algunos kilómetros
del Camino, de José Ramón y su madre, de la parejita de italianos, del sr
brasileño y de algún@ peregrin@ más con los que había cruzado saludos varias
veces en los diferentes tramos pero cuyo nombre desconozco. Todo fue muy
emotivo y sincero. Apretones de manos y abrazos sabiendo que posiblemente ya no
volveríamos a coincidir nunca más, pues al día siguiente todo aparcaríamos la condición de peregrino y volveríamos a la
vida individual. En mi caso, con un gran antes y un después de esta experiencia
que ha sido El Camino de Santiago.
La fiestecita del viernes noche con los sevillanos,
Sabrina, Laura, Maripuri, Rufino y Sra. quedará en mi memoria y en mi corazón
por muchos años y, dado que no tiene nada de espiritual, me reservo el
contarlo.
Decir, para terminar hoy, que recomiendo encarecidamente
a todos mis amig@s que alguna vez intenten hacer el Camino.
En breve, una valoración sobre el mismo.