ARGENTINA - En Tababela hallan un cementerio
91 esqueletos. En la foto, los restos de un niño de nueve años.
Foto:EL COMERCIORedacción Cultura
Los arqueólogos María Aguilera y
Stefan Bohórquez levantan con cuidado la tapa de una caja de madera,
que mide alrededor de 1m x 50 cm. Allí aparece un pequeño esqueleto,
entre una porción de tierra, la misma que le rodeaba cuando fue
descubierto.
“Pertenece a un niño de unos 9 años”, dice
Aguilera, directora del proyecto arqueológico. “No es usual encontrar
restos con las costillas intactas, pero este las tiene”, añade
Bohórquez, coordinador de campo.Este esqueleto es uno de los cerca de 400 hallados en el sitio donde
ahora se construye el nuevo aeropuerto, en Tababela, al nororiente de
Quito. Algunos esqueletos estuvieron completos, otros ya eran polvo y
quedaban solo sus dientes.
“El tipo de sitio es funerario. Un
30% de los restos estaba en tumbas simples (solo los cuerpos) y lo
demás, en pozos de 1,5 m, 3,5 m y hasta 12 m de profundidad”, cuenta
Bohórquez.
Además, se encontraron vasijas de diversos tamaños,
piezas afiladas de obsidiana, piedras para moler el maíz, entre otros.
Los restos y objetos están registrados y guardados en una casa
expropiada, a unos 2 km de la nueva pista.
Aguilera y
Bohórquez encabezaron el grupo de técnicos que trabajó en la denominada
Llanura de Caraburo, desde 2002, contratados por la Empresa Municipal
Aeropuerto y Zona Franca de Quito (Corpaq).
El equipo halló
los vestigios arqueológicos en las 1 500 ha de un suelo compuesto por
arena y ceniza volcánica. El trabajo fue complejo. “Todo estuvo
georreferenciado, se establecieron líneas con coordenadas del lugar y
con base en eso se realizaron, en prospección, los pequeños orificios
en el suelo”, dice Aguilera.
La prospección -explica la experta-
es “una excavación de hoyos pequeños (pruebas de pala) y medianos
(pozos de sondeos). Allí se identifica si existen evidencias
arqueológicas, que se van diferenciando por el color más oscuro del
suelo y por la presencia de fragmentos cerámicos”.
Los
resultados de carbono 14 de las muestras enviadas al laboratorio Beta
Analytic, en Miami, con autorización del Instituto Nacional de
Patrimonio Cultural (INPC), revelaron que los restos datan del siglo V
y XII d.C. La mayor cantidad de cerámica prehispánica pertenece al
grupo Chilibulo-Chillogallo.
Además, uno de los descubrimientos más importantes surgió de la coloración roja, blanca, gris y negra de algunos huesos.
Los
vestigios fueron analizados por el INPC. Según un informe de mayo de
2009, esa pigmentación corresponde a la cochinilla, invertebrado
parecido a un hongo, que vive en la planta de tuna. “Es un pigmento
orgánico, con el cual evidentemente los habitantes pintaron sus
cuerpos. Con su muerte, el tinte se impregnó en los huesos”, dice
Aguilera.
Las técnicas forenses Paola León y Angélica Guzmán, en
cambio, analizaron 91 esqueletos. En su informe indican que el 21%
corresponde a una edad de entre 25 y 35 años, con una estatura de 1,50
a 1,59 cm.
Para José Luis Román, paleontólogo de la Politécnica
Nacional, uno de los hallazgos importantes fueron los fósiles de
conejos y ratones. “Registramos conejos de la última era del hielo (20
000 y 25 000 a.C.), pero lo más valioso fueron unos dientes de ratón,
de la misma edad, que no se había registrado antes sino solo a nivel
del mar y en el Caribe”.
Asimismo, se encontraron huesos de
lobos de páramo, ciervos y dientes de caballos y paleollamas (llamas de
mayor tamaño que las actuales).
Según la Corpaq, esta
institución ha invertido en la prospección, rescate y monitoreo
arqueológico en la zona del nuevo aeropuerto un monto aproximado de USD
1 856 000, desde 2004. El proyecto arqueológico ahora lo asumirá el
Fonsal. Esta transferencia tiene el visto bueno del INPC, según indicó
la Corpaq a este Diario. Mientras este proceso continúa, restos
arqueológicos aún siguen bajo tierra, pues en la actualidad faltan por
rescatar seis sectores.
Sobre el trabajo
El equipo de expertos estuvo
integrado por paleontólogos, geógrafos, historiadores, químicos,
geólogos, un entomólogo (estudia escarabajos), ingenieros civiles,
arquitectos, y otros.
Los arqueólogos que han
trabajado en esta investigación desde 2002, hicieron un programa de
laboratorio. Hay además una propuesta de museo y difusión de los
resultados.
Todos los objetos y restos están protegidos. Tienen su código, registro de depósito, nivel y unidad en donde fueron hallados.
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