VOLUNTARIOS SOCIALES
Hoy me he
encontrado con una vieja amiga. Ella es una persona de estas que, puede pasar mucho
tiempo sin saber de ella, pero al verla
tienes una gran alegría.
Hemos estado hablando cerca de dos horas. ¡Y eso que los dos teníamos prisa…! Nos hemos despedido seis ó siete veces. Pero no había manera de que terminásemos la conversación. Y lo cierto es que esta persona tiene algo. No se, desprende paz. Está en posesión del dogma de la fe católica. Y quizás la envidie por ello en cierto modo.
Es una persona que cree lo que vive y vive por lo que cree.
Parece que haya
sido providencial este encuentro, pues llevo días maquinando con este escrito y
me faltaba otro punto de vista para ser más objetivo.
Podemos decir,
sin ningún tipo de dudas, que mayoritariamente vamos "a nuestro rollo". No nos
paramos a mirar al de nuestro lado ( o al menos, la mayoría de nosotros ). Se
vive aceleradamente y no abunda la gente que desinteresadamente se dedica a
ayudar al prójimo. Y sin duda que todos tenemos nuestra excusa particular ante
esto. También podremos decir que no nos habíamos dado cuenta de nuestro
comportamiento. Pero es, cuando ves a alguien que ayuda de manera altruista a
los demás, cuando ves realmente el comportamiento que tienes con los de tu
alrededor. Quizás la palabra “Social” adquiere otro significado.
Supongo que a
todos nos apetecería ver una sociedad
donde hubiese menos odio, menos violencia, menos abusos, menos injusticias, más paz, etc. Pienso
que con mucha más gente implicada en ayudar a los demás, tendríamos una
sociedad mejor. Y sería una sociedad mucho más justa. Pero esto todavía puede
parecer una utopía a día de hoy.
Volvamos a la
realidad. Somos bastante egoístas y esto no lo podemos cambiar radicalmente. El
mundo del voluntariado es minoritario en comparación a las necesidades. Nos
amparamos en que ya nos cuesta bastante tirar “palante” como para ir ayudando
al prójimo. Para esto ya debe haber alguien de algún estamento público,
pensamos.
Pues la otra cara
de la moneda la tenemos en los voluntarios, personas anónimas, que se ocupan por ejemplo y
entre otras cosas de recoger los alimentos que piden habitualmente en las iglesias, los
cocinan, y los sirven en comedores sociales. También
tenemos unas brigadillas de personas que
se dedican a visitar a los ancianos cada semana. Este colectivo de gente mayor
se ve beneficiado de las visitas que les efectúan parejas que les dan
conversación, les cocinan, y les hacen sentir menos solos en las etapas finales
de su vida. Existe también un colectivo de voluntarios que se dedica a
alimentar a los indigentes que esquivamos
la mayoría de veces y “afean” nuestras
ciudades.
La mayor parte de
estos voluntarios los engloba Cáritas Diocesana.
Esto me lleva a
pensar que la religión católica tiene parte del mérito en el adoctrinamiento de
estos voluntarios. Actualmente estamos
en un mundo en el que los valores que antaño se predicaban y acataban casi por
obligación, están bastante en desuso. Al menos, no podemos decir que la gente
vaya a las iglesias como se hacía antes. Queda relega esta misión,
mayoritariamente, a las personas mayores. Y esto último lo puedo afirmar pues
para poder escribir sobre este tema me he ilustrado un poco acudiendo a alguna
iglesia en días espaciados. No hay tanta gente en las misas dominicales como yo
recuerdo que había cuando de pequeños, en la escuela, nos hacían ir a misa cada
domingo. Lo chocante es que por ejemplo los musulmanes parece que tienen mucha
más la fe que los católicos.
Y sería justo
también el reconocer, por parte de la Iglesia católica, las atrocidades que
cometieron en el pasado. Puede que esta falta de feligreses y, en consecuencia,
posibles voluntarios la debamos al
pasado de la Iglesia.
Pero volviendo al
principio, debo reconocer ( y lo hago ) que admiro a la gente que hace las cosas por amor y
convicción, de manera totalmente gratuita y generosa. Hoy me he quedado
prendado al oir lo que me contaba mi amiga. Lo hacía con tal nivel de
convencimiento que me ha dado en que pensar. Verdadera mente me ha impresionado. La sensación la compararía con
querer esconder un potente foco halógeno dentro de una caja de madera vieja,
donde los rayos se abren paso entre las
tablas y la caja se ve incapaz de retener a la luz. Es una percepción difícil de explicar.
A lo mejor es que
yo todavía no he encontrado algo que hacer que me llene tanto como parece que
le llena a ella su vida.