Article de La Vanguardia de 15 d'abril de 2009
El Afganistán de los talibanes ya tiene su Romeo y Julieta. Los dos jóvenes responden a los nombres de Abdul y Pecha. O mejor dicho, respondían, puesto que un pelotón de fusilamiento puso anteayer un bárbaro punto final a su amor prohibido.
Y es que Nimroz, la más despoblada de las provincias afganas (150.000 personas en una superficie mayor que Catalunya) no está para romanticismo, ni siquiera suicidas. La Verona renacentista de los Capuleto y los Montesco aparece como el colmo del refinamiento frente a retrógrados empeñados en volver al siglo VII con fusiles de asalto.
Ella tenía 19 años y él 21. Ante la amenaza de los talibanes, que en los últimos tiempos han conseguido reagruparse y volver a imponer su ley en este confín sudoccidental de Afganistán, optaron por huir para casarse en el vecino Irán. Tenían buenas razones para temer la ira de los talibanes: Pecha Gul es pastún y musulmana suní, como los talibanes, mientras que Abdul Aziz es sistani (de lengua persa) y, lo que es peor, chií. Es decir, un hereje, según las creencias inculcadas en los talibanes por las escuelas coránicas financiadas por el wahabismo saudí.
Aunque durante el régimen talibán toda mujer debía respetar la purda (reclusión) y evitar cualquier contacto con hombres ajenos a su familia, en el caso de Pecha y Abdul la diferencia sectaria convertía su amor en pecado mortal. De hecho, fueron los mismos familiares de la joven los que alertaron a los hombres del pueblo de su huida. Romeo y Julieta intentaban cruzar al Irán chií de los ayatolás, como si se tratara del paraíso del amor libre. Los devolvieron por la fuerza a un lugar definitivamente peor.
Tres imanes dictaminaron la fetua: pena de muerte. Frente a la misma mezquita, los cuerpos de los jóvenes amantes fueron ametrallados. Su ejecución es también un símbolo del deterioro de la situación en Afganistán yde lapérdida de control de zonas cada vez más amplias del país por parte del ejército afgano y de las tropas de la OTAN. La permeable frontera de Afganistán sigue siendo cruzada a diario por caravanas de camellos –en el doble sentido del término– que no entienden de fronteras. Persas (sistanis), beluchis nómadas y pastunes pueblan la región. No obstante, la pastunización forzosa de la región, iniciada a finales del siglo XIX, fue retomada con ahínco por los talibanes. Ahora se encuentra atenazada entre la guerra y el tráfico de heroína con destino a Europa.
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