La Lliçó D'Isabel Allende

mcmas 12 Desembre, 2006 22:03 Món Enllaç permanent Retroenllaços (0)

Si alguna persona té legitimitat moral per parlar de la dictadura de Pinochet i de la repressió del dictador a Xile és, precisament, Isabel Allende, filla de l'assassinat president Salvador Allende.

La diputada xilena era a Madrid en el moment d'esdevenir-se la mort del dictador. La mort de Pinochet, havent aconseguit eludir el pes de la justícia en els darrers anys ha estat un revulsiu a la societat xilena. Veus a favor, veus en contra, enfrontaments entre manifestants.... No és fàcil, en un país dividit, objectivar la història recent. Milers de represaliats, vides trencades, ràbia, impotència, desig de revenja, de justícia, de reparació...

La presidenta Michele Bachelet, que ha patit la repressió en pròpia carn haurà de jugar un paper històric en impulsar la reconcicliació del país sense fer-ho sobre la base de la desmemòria.

Isabel Allende ens ha donat una lliçó de fermesa i de diàleg, de pau i de dignitat.

De l'entrevista publicada avui a El País en vull destacar uns fragments:

P. De todos los sentimientos que produce una noticia así, la muerte del hombre que traicionó a su padre, ¿cuál no ha tenido?

R. Nunca sentí odio. Estoy muy serena y muy tranquila, y creo que eso es lo que nos debe pasar, y tengo el ejemplo para sentir esa serenidad... Recuerdo siempre las últimas palabras de mi padre, esa capacidad de transmitir cariño, esperanza, ese discurso suyo confiando en que se abrirían en el futuro, de nuevo para la paz y la concordia, las grandes alamedas de Chile... Realmente es muy difícil no conmoverse cuando escuchas esas palabras, qué lección de grandeza, de dignidad, de serenidad, con qué cariño se va despidiendo, cómo recuerda en ese momento a la mujer. Qué lección política sobre la entrada del fascismo en nuestro país. Imposible no vivir este momento pensando en todo eso.

P. ¿Nunca ha odiado a Pinochet?

R. No, nunca he sentido odio. Nunca lo podría sentir. Lo que he sentido siempre, más bien, es la sensación de que es un ser despreciable, que traicionó su juramento, que nunca enfrentó la justicia, que nunca fue capaz de someterse a los tribunales, e incluso se humilló a sí mismo simulando una demencia senil... Pretendió la inmunidad parlamentaria, se acogió a una enfermedad como esa, y además no le importó, en esas circunstancias, aparecer con los suyos en un restaurante o caminado por la calle. ¡Prefería ser tenido por un demente senil que ofrecer sus argumentos sobre su supuesta inocencia! Ha sido muy indigno.

P. ¿Es tiempo de brindar?

R. Entiendo la legítima alegría que para muchos significa el fin físico de un dictador. El final de Pinochet ya se había producido hace tiempo, porque estaba muy aislado; sus propios partidarios no lo visitaban, y los candidatos presidenciales próximos a su ideología no lo querían ni en fotografía. Jamás se sacaron una foto con él. Ya ese final le había llegado. Y entiendo la legítima alegría de la gente que ahora celebra su fin definitivo. Lo que no comparto son las acciones de esos encapuchados que pretenden alterar el orden; no nos representan, ni de lejos me siento representada por ellos.


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