Un Clam De Pau, Un Crit Contra El Terrorisme

mcmas 13 Gener, 2007 22:04 Espanya Enllaç permanent Retroenllaços (0)

Els milers de ciutadans i ciutadanes que s'han manifestat aquest vespre a Madrid i a Bilbao han expressat la seva veu a favor de la pau i en contra del terrorisme d'ETA. I amb no menys contundència, en el comunicat llegit a Madrid, han demanat la unitat dels demòcrates, la unitat dels partits polítics en la lluita per la pau.

Malgrat el canvi de lema, el PP no ha donat suport a cap de les manifestacions d'avui. A favor de qui està? Algun dia serà capaç de deixar de banda els interessos partidistes per prioritzar els del país?

El fi de la violència, la represa del diàleg i la unitat de les forces polítiques democràtiques en el suport a un procés de pau són imprescindibles per aconseguir la pau a Euskadi.

Recordo les paraules de Gemma Nierga -fora de guió- al final del manifest llegit en la multitudinària manifestació a Barcelona condemnant l'atemptat que va matar Ernest Lluch, adreçades a la classe política: "Ustedes que pueden, dialoguen."

El diàleg era el que sempre havia preconitzat l'Ernest, que va lluitar fins el darrer dia per la pau a Euskadi. Home de compromís i bon coneixedor del País Basc, s'havia pronunciat obertament sobre la sortida política al conflicte d'ETA.

Amb motiu del 6è aniversari de la seva mort, Jon Arrieta va publicar, el passat 4 de desembre, al "Diario Vasco", un article amb els seus comentaris, tan actuals encara, sobre el procés de pau a Euskadi, una bona reflexió per a la diada d'avui.

La actualidad de Ernest Lluch, seis años después

Jon Arrieta, “Diario Vasco” [04.12.06]

Cada vez que llega el otoño, uno de los recuerdos cuya intensidad aumenta es el de la muerte de Ernest Lluch. El año pasado, quinto aniversario de su fallecimiento, se planteó la pregunta: ¿qué hubiera propuesto Ernest? Puede merecer la pena recuperar parte de lo que dijo y opinó en su día sobre cuestiones candentes en la sociedad vasca que siguen, sin duda, siendo plenamente actuales. Nos vamos a ceñir aquí básicamente a la opinión vertida por Lluch a través de la prensa, sobre todo la que los lectores de este mismo diario pudieron seguir.

La primera sorpresa es que la pregunta ¿tú qué harías? se la hicieron en San Sebastián en marzo de 1999 y contestó en La Vanguardia (18-III-1999) con un artículo titulado ¿Qué hacer en el País Vasco? La respuesta se abría con la siguiente consideración: «Continúan sin matar y anuncian que esta decisión, sobre hechos que jamás hubieran debido producirse, no se modificará. Algunos se excusan diciendo que todos cometemos errores, pero lo cierto es que la inmensa mayoría no ha cometido el de matar», a lo que añadía, «se ha dejado de matar, pero han aumentado las trincheras y escasean los puentes, para utilizar palabras de Alberto Surio, uno de los más lúcidos periodistas vascos».

Planteaba, a continuación, varias propuestas concretas
. La primera era la del acercamiento de los presos, basada en el cumplimiento de lo aprobado en el Congreso de los Diputados en diciembre de 1998 y en que la dispersión, «aprobada por el ministro Múgica Herzog, se hizo basándose en el ponderado conocimiento de que desde las cárceles se decidían y ordenaban asesinatos. Si ahora no se mata, no se puede mantener la misma política que cuando se mataba. Realizar el acercamiento sería justo y eficaz».


A esta propuesta seguía otra más concreta y operativa
. Era buen momento para «establecer dos plataformas bien distintas. La primera plataforma entre el Gobierno español y ETA se limitará a cuestiones ligadas con la violencia, y la segunda entre todos los partidos políticos (Eusko Herritarrok incluido, dado que no se mata) sobre cuestiones de mayor calado. En la primera habrá que tratar de la entrega de las armas, el reconocimiento de las víctimas y el tratamiento de los presos, especialmente de los no acusados de delitos de sangre. La segunda plataforma deberá conducir a dicho diálogo amplio... que, contra lo que opina imprudentemente el ministro Acebes, está contemplada en el punto 2.
c del pacto de Ajuria Enea y obviamente dentro de la Constitución, por lo que no se trata de ninguna tercera vía».

En este artículo se refleja muy bien la claridad con la que Ernest separaba sus juicios sobre ETA de la necesidad de su disolución y del paso a una nueva fase en la que, como objetivo más urgente, dejara de haber víctimas. La claridad y firmeza con que defendía las medidas y gestos en favor de los presos era la misma con que juzgaba a la organización. Pocas formas más definidas hay de hacerlo que negar rotundamente el determinismo histórico de su existencia, defendido por quienes sustentan la tesis «de que lo que existió o existe en la vida social lo fue de una manera ineludible» (DV, 31-X-1998).

Unos meses antes, en un artículo titulado Mi pequeño diccionario vasco (DV, 2-II-1998) había definido a ETA como «Organización independentista que, desde la pirámide de los muertos causados y de sus propios muertos, no contempla ningún avance político
. Más bien, mayor separación espiritual entre vascos y navarros con pérdida de apoyo social propio».
Ante la cruel realidad del uso del asesinato con fines políticos, Lluch oponía un razonamiento simple, pero con una gran carga de deslegitimación para los aludidos: «Cuatro personas con cuatro pistolas son poca cosa, pero pueden ser muchos los asesinados» (DV, 25-IV-1998, Levanto tímidamente el dedo).

Estamos bastante lejos, al menos tres años, del uso continuado del asesinato como arma política, por lo que resulta oportuno recordar una tarde de julio de 1998, en la que en el seno de uno de los Cursos de Verano sobre derechos históricos celebrados en el palacio Miramar, hubo una mesa redonda con la intervención –fijémonos en los nombres y partidos representados— del propio Lluch, Miguel Herrero, Txiki Benegas y Gabriel Cisneros. La sala estaba abarrotada y había cierta expectación en el momento del coloquio, después de haberse logrado un alto grado de consenso en las opiniones de los ponentes (véase DV de 8-VII-1998). Uno de los presentes en la sala interrogó a los de la mesa sobre la conveniencia o no de llegar a una negociación con ETA. Tomó la palabra Lluch y se dirigió de forma directa y personal a su interlocutor llamándole por su nombre (José María [Calleja]) y con un tono intencionadamente solemne y emotivo se pronunció, en medio de un silencio expectante, sobre dos cosas.


En cuanto a la primera, el sentimiento de dolor y recuerdo para las víctimas, dijo que era en él constante, hasta el punto de que mantenía siempre el calor de las manos de las viudas de sus amigos asesinados, estrechadas en las ocasiones, desgraciadamente frecuentes, en que tuvo que transmitirles su condolencia
. Tenía claro, añadió, que precisamente por eso el objetivo era que dejara de haber víctimas, lo que difícilmente se podría conseguir sin hablar con los que las producían. El mayor problema era, y esta fue la segunda parte de su respuesta, la falta de claridad de ideas entre los demócratas, por lo que era urgente que se pusieran de acuerdo para «estar preparados» cuando llegara el momento. Para él, el momento llegó con la primera tregua, en septiembre de 1998, que dio lugar al artículo publicado conjuntamente con Miguel Herrero un año más tarde (El País, 18-IX-1999) en el que proponían ideas concretas para la paz, incluyendo las arriba citadas.

No faltó en sus análisis la faceta de las víctimas causadas ni la de la memoria histórica
. En diálogo figurado con Rafael Aguirre se pronunciaba claramente al respecto: «Una cosa es la amnesia histórica y otra la tontería histórica que compromete los derechos humanos y las libertades» (DV, 26-X-1997, El pasado que no pasa). Para Lluch, el inicio de una reconciliación implicaba claramente una valentía moral que podía tomar como modelo la impulsada en España precisamente desde la oposición al franquismo. Creía que esa vía era la mejor para una «revisión serena del pasado», a lo que añadía, para terminar el artículo, que ello era imposible por la presencia de la violencia. En el momento en que dejara de haberla «deberemos, como ya hicimos en los cincuenta y en los sesenta, buscar el sosiego compatible con el recuerdo histórico de lo que está bien y de lo que estuvo mal, con la lenta integración de todos los ciudadanos en la lógica democrática».

Con la premisa de la ausencia de violencia, se podía abrir paso a una «sosegada reflexión sobre lo que está bien y lo que estuvo mal», con la necesaria unidad de los interlocutores de ETA, toda la sociedad, lo suficiente seguros sobre la condena de sus acciones, de toda su historia, como para tener que exigirles a los que abandonan las armas que lo hagan, además, autocondenándose críticamente
. Afirmaba claramente en otro artículo (DV, 28-I-2000, Por la disolución de ETA) que era inútil esa exigencia, pues equivalía a pedir que renegaran de todo su pasado a quienes «en el terreno de las ideas o en el de los hechos han participado en la violencia». Mejor solución era, añadía, instarles a que se sumaran al deseo generalizado de la disolución de la organización.


El lector podrá juzgar qué grado de actualidad tienen estos párrafos, tomados literalmente de artículos de Lluch escritos entre 1997 y 2000, que afrontaron el análisis y diagnóstico de una situación y plantearon posibles vías de solución, mucho más concretas que un abstracto diálogo
. Se ha dicho que Lluch era muy partidario del diálogo. Se llegó a decir que hubiera dialogado hasta con los que le mataron. Quién sabe. Tal vez lo hizo. Quizá algún día lo sepamos por boca de su verdugo. Lo cierto es que éste ejecutó la sentencia de muerte, y si hubo diálogo, éste sería absolutamente desnaturalizado, pues seguramente no sobrepasaría en mucho de la mera comunicación de los «motivos» de la irreversible acción. De forma trágica se representó aquella noche, en sentido contrario, una de las condiciones que más claramente ponía Lluch al diálogo: dejar de matar.

Los artículos de Lluch afrontaron directamente la situación y los pasos que dar, con destacada precisión en el difícil aspecto del equilibrio entre el objetivo urgente y el que puede esperar más, y se definió incluso sobre el nivel de compromiso exigible, de cara a conseguir el abandono de las armas por parte de ETA, a los que no condenen sus acciones, no lamenten su existencia o la justifiquen amparándose en el determinismo histórico. Como historiador y como ciudadano de larga experiencia vital, confiaba en que ya habría tiempo de estudiar «los momentos iniciales desencadenantes... para que no se repita».


Comentaris

  1. Malauradament, en les eqüacions per a arribar el poder que en fan servir, sembla ser que els del PP sempre tenen com a variable per a assolir el poder el terrorisme d'ETA. Recordem com va utilitzar en la campanya contra el PSOE en el seu moment les accions (fora de la llei) dels GAL.

    Sigui el que sigui, ETA és una eina per tal d'erosionar el govern del PSOE per part del PP... I quan la va utilitzar inapropiadament (com sempre, però aleshores de forma evident i partidista) a les últimes generals del 14 de març, se li va girar la truita, i encara estan buscan el mànec de la paella.

    La poca agilitat de Zapatero per tal de tirar endavant el procés de pau, la veritat, està posant en safata un altre cop el poder en mans del PP, i com no, sempre gràcies als millors aliats electorals del PP, sí, ETA...

    Tal i com estan muntades les dues organitzacions, lamentablement, el PP necessita d'ETA per ser alguna cosa, i a ETA li va de meravella el missatge polític del PP per a tenir una raó per tal d'existir i continuar fent de les seves... LAMENTABLE.

    Pel que fa a l'assassinat de Lluch, he pogut estar a prop, per raons de feina, d'una de les seves filles, encara que no ens hagim relacionat directament gairebé mai, i us puc assagurar que tot assassinat és injustificable, i que les víctimes no són només els que pateixen aquesta atrocitat, sinó també tots els que envolten a les víctimes directes.

    Publicat per Valentí — 14 Gen 2007, 22:45


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