URGENCIAS

16 Feb 2010

Entró arrastrando los pies, con la mirada perdida tras unas grandes gafas negras de graduación indecente. En su mano izquierda sostenía fuertemente las etiquetas que le había dado la enfermera. Su mano derecha tapaba una floja y falsa tos.

Cruzó la sala sin saludar a nadie, mirando al suelo. Se sentó casi de cara a la pared. Estaba inmóvil, mirando los pósteres de la pared. Su única preocupación era taparse la boca y sostener las etiquetas, que empezaban a arrugarse por la fuerza de sus delgados dedos.

Me llamaron. Entré en la consulta. No pude evitar escuchar a la enfermera comentarle al doctor que volvía a estar el enfermo del Flutox. El doctor bajó la mirada tristemente. Susurró que lo conocía desde sus años de escuela. Un buen chico al que le habían tomado el pelo toda su vida. Mala suerte y malas compañías.

Al salir con mi diagnostico miré hacia la sala. Allí estaba. Mirando el póster de la gripe A y con las etiquetas arrugadas en su mano izquierda.

Dijeron su nombre por megafonía. El rostro se le relajó y un esbozo de sonrisa se atinó en sus labios.

Se levanto y dejó de toser.