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cultura olmeca
* La mayoría de las piezas de madera en el Manatí fueron sepultadas
en medio de un ritual muy cuidadoso
México, 15 Jul (Notimex).- En el cerro El Manatí sólo se
escuchan los sonidos de los guardianes de la montaña: el mono
aullador, las iguanas, aves migratorias y, por supuesto, el agua;
todo lo demás es silencio y paz, como lo demandan los lugares sacros.
Precisamente ahí es donde Vicki, Chico, Goyo, Lulú, Chispa, Poc,
Polo, Nacho, Cruz, Güicho, Simón, Martín, Mundo, Fabián, Dani y
Macario vieron la luz del Sol, después de tres mil 600 años de
antigüedad.
Ellos son parte de las 37 esculturas de madera rescatadas por
los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) en 1989, durante la tercera fase de El Manatí, zona que habría
sido ocupada entre el año 1200 a.C., pues esa es la fecha que arrojó
la prueba de Carbono 14 realizada a dos de esas piezas.
Los bustos antropomorfos tallados en madera fueron bautizados
con los nombres de personas, a petición de los habitantes del
Macayal, "pues había que quitarles el diablito", dijeron los
investigadores del INAH, Ponciano Ortiz y Carmen Rodríguez,
encargados del proyecto Manatí.
En ese año (1200 a.C), habría ocurrido alguna calamidad, quizá
fuertes inundaciones o una prolongada sequía, fue lo que obligó a la
comunidad a rendir una veneración más fuerte a los dioses del agua
que habitaban su cerro sagrado.
El espacio, entonces, fue objeto de un enterramiento masivo de
bustos antropomorfos humanos labrados en distintos tipos de madera,
que luego de estudios realizados por especialistas de la Universidad
Nacional Autónoma de México se detectó eran jobo y ceiba,
perfectamente conservadas, pese al tiempo.
Los arqueólogos dijeron que la mayoría de los bustos fueron
sepultados siguiendo un ritual muy cuidadoso envueltos en una especie
de petate o protegidos con una fibra parecida al tule, como personas,
lo que al parecer fue el inicio de la costumbre de cubrir con petate
los restos de los difuntos.
La fibra compuesta por tule y otros vegetales permitió la
conservación de la madera por más de tres mil 500 años, pues creó las
condiciones anaeróbicas adecuadas para impedir la aparición de
microorganismos destructores.
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Esta composición "impidió el paso del oxígeno y evitó que se
crearan microorganismos que destruyeran a los bustos, además de que
el agua que corre por el lugar mantuvo una temperatura estable, que
permitió tanto la conservación de los bustos, como la de semillas de
jobo, guanábana y nanche, así como de ramos de flores y los metates
con los que fueron amarrados", refirieron los investigadores.
Por ser únicos en México, la conservación actual de los bustos
representó un reto para los conservadores, quienes laboraron
arduamente en la creación de un método que evitara la pérdida de las
esculturas.
Los bustos fueron localizados debajo de amontonamientos de
piedras, como señalando las tumbas. Algunos se encontraron en grupos
de tres, asociados con vasijas o cajes, y otros más con restos de
niños recién nacidos o nonatos.
"Estos datos nos habla de que los olmecas iniciaron con el
sacrificio de niños como parte del ritual de ofrendamiento. Hasta el
momento de la conquista perduró el culto y sacrificio de los niños en
las ceremonias, asociadas al agua y a los cultos de la fertilidad",
apuntó Carmen Rodríguez.
La misma investigadora comentó que los niños sacrificados eran
especiales: "Sólo se escogía aquellos que tenían dos remolinos en la
cabeza, pues creían que el llanto de estos menores llamaría a la
lluvia".
Aunque se desconoce a quién representan los bustos, no se
descarta que se trate de representaciones de jerarcas que alcanzaron
un alto prestigio y que por lo tanto se pretendió inmortalizarlos.
Además de los bustos, en la tercera fase se hallaron báculos de
madera, cuchillos, cuya empuñadura es de asfalto mezclado con arena y
pelotas de hule vulcanizado, cuyo proceso de conservación aún se
estudia por parte de especialistas mexicanos y extranjeros.
Tras 12 años de haber concluido las temporadas de campo en El
Mantí, los especialistas continúan con su trabajo de los
fechamientos, para conocer más de la cultura olmeca.
Además de los expertos del INAH, en dichos trabajos participa
también un grupo interdisciplinario de especialistas de diversas
instituciones académicas.
El rescate arqueológico en 1988 de El Manatí, representó el
eslabón para entender algunos conceptos de la ideología olmeca, que
más tarde formaron parte importante de las culturas clásicas y
posclásicas, precisaron los especialistas.
http://espanol.news.yahoo.com/s/15072008/4/n-entertain
-contin-cerro-manat-revelando-misterios-olmecas.html