SabíAmos Que Iba A Ocurrir (11-S Part 1/2)

naumosky 15 Setembre, 2006 11:15 Notícies Enllaç permanent Retroenllaços (0)

Traducció del text extret de http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=40&ItemID=10904

Sabíamos que iba a ocurrir. No, como lo imaginan los teóricos de la conspiración, sólo unos pocos funcionarios superiores de entre nosotros, sino todos nosotros – y no durante semanas o meses, sino durante más de medio siglo antes del 11 de septiembre de 2001.

Por eso fue, en cierto modo, tan familiar, a pesar de todo el sobresalto. Los usamericanos ya imaginaron versiones del 11 de septiembre poco después de que lanzaran la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Ese evento hizo hervir la imaginación usamericana. Dentro de semanas de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, como ha mostrado el erudito Paul Boyer, ya habían aparecido todos los signos familiares del miedo nuclear – los periódicos dibujaron círculos concéntricos de destrucción atómica a partir de un Ground Zero de fantasía en las ciudades usamericanas, y las revistas ofrecieron visiones de nuestro país como un páramo vaporizado, e imaginaron a millones de usamericanos muertos.

Y luego, de repente, en una clara mañana pareció llegar – por aire, con imágenes de destrucción de los monumentos más poderosos de nuestro poder y todo, y (tal como lo habíamos vivido antes) como espectáculo en la pantalla. En un cierto momento de ese día, pudo ser visto en más de treinta canales, incluyendo algunos que nunca antes habían tenido nada que ver con noticias urgentes, y casi todos estuvieron pendientes de las pantallas.

Sólo un numero relativamente pequeño de neoyorquinos presenció realmente el 11-S: los que estaban en la punta de Manhattan o suficientemente cerca para ver como los dos aviones se estrellaban contra las torres del World Trade Center, para observar (como lo hicieron algunos escolares) a personas saltando o cayendo de los pisos superiores de esos edificios, para ser envueltos en la vasta nube de humo y cenizas, en las decenas de miles de ordenadores y copiadoras pulverizadas, el asbestos, la carne, y los planos, los restos desgarrados de millones de hojas de papel, de la vida financiera y oficinesca tal como la conocemos. Para la mayoría de los usamericanos, incluso para aquellos que, como yo, vivíamos en Manhattan, el 11-S ocurrió en las pantallas de televisión. Por eso lo que primero vino a la mente de la gente y repletó instantáneamente nuestros periódicos y las noticias en la televisión – fue la vida previa en la pantalla: las películas.

Inmediatamente después de los ataques, las noticias estuvieron salpicadas de comentarios sobre, de pensamientos sobre, y de referencias a, películas. Periodistas, como escribió Caryn James en el New York Times ese primer día, “compararon los acontecimientos con películas de acción de Hollywood”; así como lo hicieron escritores de artículos de opinión (“las escenas excedieron lo peor de las cintas de desastres de Hollywood”); columnistas ( ("En la televisión, dos hitos nacionales… parece como el día después en la cinta ‘Independence Day’”); y testigos presenciales (“Fue como una de esas películas de Godzilla”; “Y luego vi una explosión que parecía salir directamente de ‘The Towering Inferno’ [El coloso en llamas]"). Mientras tanto, en una ironía del momento, Hollywood se apresuró a extirpar de las próximas pantallas grandes y pequeñas todo lo que pudiera evocar pensamientos del 11-S, incluyendo en el caso de Fox, la promoción del primero de 24 episodios, en el que “un terrorista hace estallar un avión.” (¡Y pretenden que comprendieron lo que ocurrió!)

Nuestros instintos siempre nos dijeron lo que iba a ocurrir. Como un vástago errante, Little Boy y Fat Man, los dos paquetes atómicos con los que les retribuimos por lo que hicieron en Pearl Harbor, tenían que volver a casa algún día. Con razón, la referencia histórica omnipresente en los medios después de los ataques fue Pearl Harbor o, como dijeron los delirantes titulares: “INFAMIA, o UN NUEVO DIA DE INFAMIA. Acabábamos de vivir “el Pearl Harbor del Siglo XXI” o, como dijo R. James Woolsey, ex director de la CIA (y neoconservador), en el Washington Post ese primer día: “Ahora quedó claro, como el 7 de diciembre de 1941, que USA está en guerra… La pregunta es: ¿con quién?”

El día después (11-S)

Con razón se pensó primero en un evento nuclear. Con razón, según un artículo de New York Times, Tom Brokaw, que entonces dirigía la cobertura noticiosa ininterrumpida de NBC, “puede haberlo captado mejor cuando vio un vídeo de gente en una calle, todo y todos tan cubiertos con ceniza… [y dijo] que se veía ‘como un invierno nuclear en el bajo Manhattan.’” Con razón el Tennessean y el Topeka Capital-Journal utilizaron ambos el titular “El día después,” tomado de una famosa película de televisión de 1983 sobre un Armagedón nuclear.

Con razón apodaron rápidamente el área en la que cayeron las dos torres "Ground Zero," un término reservado anteriormente para el sitio en el que había ocurrido una explosión atómica. El 12 de septiembre, por ejemplo, Los Angeles Times publicó una página entera de ilustraciones de los ataques contra las torres bajo el título: "Ground Zero." A fines de la semana, se había convertido en el único nombre para “el lugar del colapso,” como en un titular del New York Times del 18 de septiembre: “Muchos vienen a atestiguar en Ground Zero."

Con razón los eventos parecieron tan extrañamente familiares. Habíamos estado viviendo con el posible retorno de nuestro armamento más poderoso a través de la televisión y el cine, las novelas y nuestra propia fantasía, en el pasado, el futuro, e incluso en algo como el casi-presente – gracias a una aparición de John F. Kennedy en la televisión el 22 de octubre de 1962, durante la crisis de los misiles en Cuba en la que nos dijo que nuestro mundo podría terminar mañana.

Tantas corrientes de la cultura popular se habían fundido en esto. Nos habían presentado tantos “pre-estrenos”. Por todas partes en esos decenios, podías verte, o a tus compatriotas, o al enemigo, “Hiroshimatizados” (como lo llamó Variety en 1947). Incluso cuando Arnold Schwarzenegger no estaba besando a Jamie Lee Curtis en “True Lies [Mentiras verdaderas]” mientras ocurría una explosión atómica en algún sitio en los Cayos de Florida o un campo de juego repleto de chicos usamericanos no era atacado atómicamente en “Terminator 2: Judgment Day”, incluso si no fue literalmente nuclear, ese sentido apocalíptico de destrucción persistió mientras el tren, el autobús, el dirigible, armado con explosivos, se dirigía hacia nosotros en nuestra inocencia ignorante; mientras el infierno elevado, el aeropuerto, la ciudad, la Casa Blanca volaban por los aires, mientras nos ofrecían paisajes de una Pompeya de destrucción futurista en lo que después del 11-S sería conocido como “la patria”.

Algunas veces llegaba del espacio sideral armado con extraños rayos destructores de ciudades; otras veces monstruos irradiados surgían de lo profundo para pisotear nuestras ciudades (en la nueva versión de “Godzilla”, nada menos que Nueva York). Después de que Darth Vader de “La guerra de las galaxias” utilizó su “Estrella de la muerte” para pulverizar todo un planeta en 1977, planetas eran destruidos con armas nucleares en los dibujos animados de la televisión del sábado por la mañana. En nuestras imaginaciones, después de 1945, siempre estuvimos en un Ground Zero planetario.

Buena racha de ficción distopiana

En el resto del mundo también nuestros programas especiales, nuestras catástrofes, nuestros pre-estrenos fueron vistos por otros: de Hamburgo a Arabia Saudí a Afganistán, y así, como escribiera el historiador de Hollywood, Neal Gabler en el New York Times sólo días después del 11-S. estuvieron preparados para proporcionarnos aquello con lo que tanto habíamos soñado con la oportunidad adecuada – asegurando, por ejemplo, que el segundo avión llegara “a un intervalo decente” después del primero para que las cámaras estuvieran dispuestas y en su sitio – presentando así un lenguaje visual que hasta pudiera ser comprendido por los espectadores usamericanos.

Pero la trampa es que: Lo que ocurrió, cuando ocurrió, el 11 de septiembre de 2001, no fue lo que pensábamos. No hubo Ground Zero, porque no hubo nada ni remotamente atómico en los ataques. No fue en nada el Apocalipsis. Con la excepción de su éxito, se diferenciaba apenas del ataque contra el World Trade Center de 1993, el que casi derribó una torre con una camioneta Ryder alquilada y una bomba hecha en casa.

¡Vale!, el camión de 1993 había criado alas y había ganado todo el poder de esos depósitos de combustible jet transcontinentales casi repletos, pero de otra manera lo que “cambió todo”, como se diría poco después, fue algo como una buena racha de ficción distopiana para Al Qaeda: Diecinueve hombre con mucha convicción y habilidades medianas, armados con armas de excesiva baja tecnología y dos aviones secuestrados, lograron crear una escena apocalíptica que, en otro contexto, habría enorgullecido a los maestros de efectos especiales de Industrial Light & Magic de Lucas – y la reacción del gobierno de Bush – todo lo demás vino después.

La pequeñísima banda de fanáticos que planificó el 11-S tuvo esencialmente mucha suerte. Si hemos de creer el testimonio, obtenido bajo las técnicas de interrogación de la CIA, del planificador maestro de Al Qaeda, Khalid Shaikh Mohammed, lo que ocurrió lo sorprendió hasta a él. (“Según el resumen [de la CIA] dijo que ‘no tenía la menor idea de que el daño del primer ataque sería tan catastrófico como lo fue.’”) Esas dos imponentes torres se derrumbaron en esa vasta, turbulenta nube parecida a un hongo de humo blanco ante las cámaras como la suprema película de acción de Hollywood (sus imágenes multiplicadas en su poder traumatizante por miles de repeticiones durante una duración récord de más de noventa horas continuas de cobertura televisiva). Y esa imaginería se ajustaba perfectamente a las expectativas secretas de los usamericanos – exactamente como correspondía a las necesidades tanto de Al Qaeda como del gobierno Bush.

Es indudablemente el motivo por el cual otras partes de la historia de ese momento desaparecieron de la vista. En el quinto aniversario del 11-S, no habrá, por ejemplo documentales conmemorativos enfocados en el vuelo 77 de American, que cayó sobre el Pentágono. Ese ataque destructivo, pero sin presentación apocalíptica, no satisfizo esas mismas expectativas prefabricadas. Aunque el término “"ground zero Washington” flotó inicialmente en el éter de los medios, nunca llegó a imponerse.

Del mismo modo, han sido olvidados los insolutos asesinatos-por-correo con ántrax ocurridos casi al mismo tiempo, que causaron un estremecimiento colectivo de horror, (Según una búsqueda LexisNexis, 260 historias aparecieron entre el 4 de octubre y el 4 de diciembre de 2001, en el New York Times y 246 en el Washington Post con “ántrax” en el titular. Es el equivalente noticioso de un grito agudo de horror.) Esos sobres, que rebalsaban de polvo altamente refinado de ántrax y contenían cartas fechadas “11/9/01” con líneas como “Muerte a USA, Muerte a Israel, Alláh es Grande,” representaron el único uso de un arma de destrucción masiva en este período; sin embargo fueron lentamente erradicados de nuestra memoria colectiva (y mediática) una vez que quedó más claro que los perpetradores eran probablemente asesinos hechos en casa, posiblemente de los propios laboratorios de armas de la guerra fría de USA que produjeron tantas armas de destrucción masiva para comenzar. Es una garantía de que los medios no estarán repletos de artículos conmemorativos de las víctimas del ántrax en octubre próximo.


Comentaris

  1. Potser perquè sabiem que acabaria passant, vam mirar les imatges a la televisió amb la incredulitat de qui mira una película

    Publicat per Dern — 15 Set 2006, 09:54

  2. Recordo com als dies posteriors a l'11-S es comentava que hi havia una pel·lícula del Denzel Washington que explicava més o menys aquests fets.

    Publicat per Enric — 15 Set 2006, 12:55


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