Article publicat a l’edició d’avui del Diari Més, pag. 25
Una de las peores consecuencias de la actual situación política en Catalunya es el intento de los nacionalistas independentistas de trazar una frontera entre ellos y los mal denominados “unionistas”. Supuestamente, los únicos defensores de la catalanidad serían los partidarios de la independencia; al otro lado, los “unionistas” serian partidarios del arrinconamiento de la cultura y la lengua catalanas a favor del castellano.
Si los socialistas somos hoy la diana preferida de los nacionalismos catalán y español es precisamente porque impedimos los reduccionismos y el fomento de los dos bandos que unos y otros han creado. Entre esas simplificaciones, la cuestión de las lenguas es una de ellas.
La inmersión lingüística en Catalunya, que se ciñe a la enseñanza primaria, no a la secundaria ni a la universidad, ha demostrado excelentes resultados educativos y sociales y ha contribuido a recorrer una parte del camino de la normalización de la lengua catalana que siempre hemos defendido los socialistas. Significa, simplemente, que el catalán es la lengua vehicular en este tramo de la enseñanza, en la que el castellano no desaparece, sino que se imparte como asignatura específica y es lengua habitual en otros espacios comunicativos del propio ámbito escolar. Este sistema genera un amplísimo consenso social y entre los profesionales de la educación. Ha permitido que el catalán sea conocido por la práctica totalidad de la población, evitando su marginalidad. Pero sobre todo ha conseguido evitar una doble red escolar que con mucha probabilidad habría significado ya desde la infancia una división de la población catalana por razón de lengua. Finalmente, la inmersión es un contrapeso que equilibra la situación del catalán en el propio ámbito escolar y en otros de la sociedad en los que todavía no ha alcanzado la plena normalización. Pero es un aliado del bilingüismo, no su enemigo. Porque sin un catalán normalizado, tampoco será posible el bilingüismo.
Pretender, como algunos hacen que el castellano corre peligro en Cataluña es simplemente no conocer la realidad pues tiene una presencia asegurada en cualquier ámbito que se quiera analizar, incluido el escolar, donde los informes internacionales ponen de manifiesto que los alumnos dominan las dos lenguas por igual al terminar la primaria. No sucede lo mismo con el catalán que tiene una presencia menor en las redes, en los medios de comunicación, en la justicia, en la sanidad, en los patios escolares o en las propias instituciones del Estado que todavía no ha asumido el plurilingüismo a pesar de que la Constitución actual en su artículo 3 dice: “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. ¿ Cómo es posible, por ejemplo, que en cuatro países europeos haya más universidades que enseñan el catalán que en la propia España salvando, naturalmente Cataluña ?
El plurilingüismo es una cuestión pendiente que los socialistas catalanes hemos pretendido solucionar en diversas ocasiones, la última con una proposición de ley (Ley Orgánica de Reconocimiento y Amparo de la Pluralidad Lingüística de España) que presentamos en 2012 en el Senado y que el PP se encargó de rechazar con su mayoría absoluta. Fue una nueva oportunidad de encontrar solución para el 47% de los ciudadanos españoles que viven en territorios bilingües o multilingües.
Para que Cataluña recupere la confianza en el Estado, va a ser imprescindible que la Constitución nueva a la que aspiramos, que debe garantizar una mejor convivencia entre todos los españoles, asuma el plurilingüismo con todas sus consecuencias.
Mientras tanto, sería bueno dejar de utilizar las diferentes lenguas que hablamos en España como arma política. El PP ha sido y es campeón mundial en esa cuestión. Y en Catalunya hasta tenemos un partido, Ciutadans, que nació en base a una supuesta e inexistente discriminación del castellano en Catalunya, donde es la lengua habitual de numerosos ciudadanos que la usan con normalidad en todos los ámbitos de la vida pública.
Otra cosa es que en Cataluña no se haya sabido asumir, valorar y hasta aprovechar las ventajas culturales pero también económicas de tener una lengua como el castellano , también propia y que añade riqueza cultural, humana e incluso económica
Pero nada de esto desmiente el hecho que el catalán padece, todavía hoy, una situación de normalización defectuosa en numerosos ámbitos. Pretender que quienes luchamos desde hace años por esa normalización estamos apostando por un monolingüismo que excluya el castellano es, simplemente, una falsedad, no exenta en muchos casos de intencionalidad política, para alimentar el planteamiento binario al que aludíamos al principio de este artículo, que beneficia a los extremistas de uno y otro bando.
Intentar arrastrar al PSC, y con él al PSOE, a posiciones que renieguen de la defensa del catalán como patrimonio colectivo de catalanes y españoles es lo contrario de la defensa del federalismo. Y es, además, un profundo error político.
El federalismo al que aspiramos no será real si no contempla la normalización generosa de todas las lenguas del Estado y eso comporta la defensa por parte de todas las instituciones del Estado de todas las lenguas.
Alicia Romero, diputada del PSC
Xavier Sabaté, Presidente del PSC- Camp de Tarragona