Partimos del Centro de Información del Parque Natural y vamos frente La iglesia de Sant Llop .
Desde aquí tenemos una bonita panorámica del vecindario central del término de Hortsavinyà, con las masías reformadas de can Borra y can Benet Vives (l’Esplai) y la colina de la Grimola. Bajamos los escalones hasta la era de la rectoría y tomamos un sendero que sale por la derecha, baja junto a los muros de piedra de los huertos del rector y sigue hasta un camino más amplio que seguiremos por la derecha, rodeados de encinas con algún pino, madroño y el sotobosque típico de las encinas. Más abajo, cuando llegamos al hoyo, encontramos a mano izquierda laureles, aladierno, ciruelos y un gran chopo, de una altura y anchura de tronco remarcables. Es el mismo hoyo en el que más tarde encontraremos las encinas monumentales. A partir de aquí, el camino sube hasta llevarnos a la pista, justo donde se encuentra el horno de calcio de can Pía.
Seguimos hacia la izquierda por la pista ancha, pasando frente a los campos y el alijamiento de turismo rural de can Pica, hasta el cruce de caminos llamado “el bitllador“, de donde viene el antiguo camino de Calella y de donde sale el camino hacia can Portell, que será el que tomaremos. Vemos a la izquierda una mina de cobre de unos catorce metros de profundidad, y a la derecha los huertos de can Portell, masía de inicios del siglo XIX que actualmente ofrece servicio de bar y restaurante.
A pocos metros de la casa, tiramos sendero arriba hasta la carena, y después abajo hasta las encinas.
Desde aquí tenemos una bonita panorámica del vecindario central del término de Hortsavinyà, con las masías reformadas de can Borra y can Benet Vives (l’Esplai) y la colina de la Grimola. Bajamos los escalones hasta la era de la rectoría y tomamos un sendero que sale por la derecha, baja junto a los muros de piedra de los huertos del rector y sigue hasta un camino más amplio que seguiremos por la derecha, rodeados de encinas con algún pino, madroño y el sotobosque típico de las encinas. Más abajo, cuando llegamos al hoyo, encontramos a mano izquierda laureles, aladierno, ciruelos y un gran chopo, de una altura y anchura de tronco remarcables. Es el mismo hoyo en el que más tarde encontraremos las encinas monumentales. A partir de aquí, el camino sube hasta llevarnos a la pista, justo donde se encuentra el horno de calcio de can Pía.
Seguimos hacia la izquierda por la pista ancha, pasando frente a los campos y el alijamiento de turismo rural de can Pica, hasta el cruce de caminos llamado “el bitllador“, de donde viene el antiguo camino de Calella y de donde sale el camino hacia can Portell, que será el que tomaremos. Vemos a la izquierda una mina de cobre de unos catorce metros de profundidad, y a la derecha los huertos de can Portell, masía de inicios del siglo XIX que actualmente ofrece servicio de bar y restaurante.
A pocos metros de la casa, tiramos sendero arriba hasta la carena, y después abajo hasta las encinas.
Las encinas de Can Portell – Se trata de cuatro encinas centenarias que crecen muy cerca una de otra, en el hoyo d’en Pica. De la más grande sólo quedan los primeros metros de tronco, ya que en 1996 fue abatida por un rayo y cayó sobre la encina que le queda delante, dejándola inclinada y muy tocada. Algo más abajo había habido otra aún mayor que también se partió por culpa de un rayo hacia finales de los años 30. Regresamos al camino más amplio y vamos hacia arriba por la derecha. Más adelante vemos la iglesia elevada y el campanario apuntando hacia el cielo. La pista sigue hacia arriba y nos vemos obligados a esquivar un desnivel muy repentino por un tramo de uno de los antiguos caminos de bosque. Regresamos al camino amplio y, poco más allá, encontramos el Roc del Gamarús, una roca de piedra calcárea de 17 metros de altura en la que, probablemente, debía de reposar hace tiempo durante el día, o quizá cantar durante la noche, el cárabo, un pájaro nocturno muy abundante en el Montnegre. Ya llegamos de nuevo a la Iglesia de Sant Llop.
Ahora tomamos camino hacia La ermita de la Erola.
Ttomamos la pista que sube hasta el collado del Hostal o del Vent, también llamado así porque en este lugar suele soplar el viento con fuerza.
Seguimos la pista rodeada de encinas y, poco más allá, a mano izquierda, bajo el camino, encontramos un pequeño rellano llamado la plaza de la Comarca. ( Plaza Carbonera ).
Continuamos el camino a la sombra de las encinas, y también de algunos castaños, arbustos y mostellares de pastor. Tardaremos entre 5 y 10 minutos -a paso de payés o de paseo- hasta llegar al lugar en el que el camino se ensancha y hace una especie de plaza, donde vemos la ermita de l’Erola.
Según dicen, hace muchos años hubo una epidemia de viruela “que s’enduia al sot” (“que se llevaba a la tumba”) a los jóvenes y mayores de las masías de Hortsavinyà. Un forastero al que nadie conocía trajo una imagen de la Madre de Dios de l’Erola y la dejó allá, en el suelo. Dijo a la gente que si iban a descansar allí se curarían de la viruela. Y todos los que fueron se curaron. La gente consideró aquello como un milagro de la Madre de Dios y le construyó la ermita. La construcción es del siglo XVIII y es posible que su situación tenga alguna relación con el hecho de que por aquel lugar pasaba la línea que dividía los términos de la parroquia de Hortsavinyà y la de Vallmanya.
Volvemos por el mismo camino, pero al llegar al collado del Vent subimos a la colina del Hostal, a unos 80 metros. Arriba, en un amplio llano de la carena, podremos disfrutar de una excelente panorámica, tanto a levante como a poniente.
A levante vemos a nuestros pies las masías de Mascaró, Fontrodona y la Busiga, y más allá can Camps y la Caseta, en el collado del Portell. Más allá de las encinas, los cultivos de Tordera y Fogars de Tordera, las sierras de Cadiretes, las Gavarres, los Àngels -por encima de Gerona-, Rocacorba, los precipicios de Sant Roc de la Barroca, las Guillerías -donde destaca el puntiagudo Sant Gregori sobre Osor- y, en días claros, las Alberes, Bassegoda, Comanegra y, por fin, fáciles de distinguir durante los meses invernales por el blanco de la nieve, Canigó, Bastiments y Puigmal.
A poniente observaremos otras masías del centro de Hortsavinyà -can Borra y can Benet Vives-, y el inicio de las perchadas de castaños en la umbría de la colina de la Grimola.
Seguimos la pista amplia, rodeada de pinos y encinas a la izquierda y de ciruelos de madroño a la derecha. Allá donde acaba la pista nace un sendero que nos acerca al collado de las Palomeres, a la pista que enlaza Hortsavinyà con Tordera. Aquí debemos girar hacia la izquierda y volver al Hostal Viejo, rehabilitado recientemente como Centro de Información del Parque Natural del Montnegre y el Corredor.
Ttomamos la pista que sube hasta el collado del Hostal o del Vent, también llamado así porque en este lugar suele soplar el viento con fuerza.
Seguimos la pista rodeada de encinas y, poco más allá, a mano izquierda, bajo el camino, encontramos un pequeño rellano llamado la plaza de la Comarca. ( Plaza Carbonera ).
Continuamos el camino a la sombra de las encinas, y también de algunos castaños, arbustos y mostellares de pastor. Tardaremos entre 5 y 10 minutos -a paso de payés o de paseo- hasta llegar al lugar en el que el camino se ensancha y hace una especie de plaza, donde vemos la ermita de l’Erola.
Según dicen, hace muchos años hubo una epidemia de viruela “que s’enduia al sot” (“que se llevaba a la tumba”) a los jóvenes y mayores de las masías de Hortsavinyà. Un forastero al que nadie conocía trajo una imagen de la Madre de Dios de l’Erola y la dejó allá, en el suelo. Dijo a la gente que si iban a descansar allí se curarían de la viruela. Y todos los que fueron se curaron. La gente consideró aquello como un milagro de la Madre de Dios y le construyó la ermita. La construcción es del siglo XVIII y es posible que su situación tenga alguna relación con el hecho de que por aquel lugar pasaba la línea que dividía los términos de la parroquia de Hortsavinyà y la de Vallmanya.
Volvemos por el mismo camino, pero al llegar al collado del Vent subimos a la colina del Hostal, a unos 80 metros. Arriba, en un amplio llano de la carena, podremos disfrutar de una excelente panorámica, tanto a levante como a poniente.
A levante vemos a nuestros pies las masías de Mascaró, Fontrodona y la Busiga, y más allá can Camps y la Caseta, en el collado del Portell. Más allá de las encinas, los cultivos de Tordera y Fogars de Tordera, las sierras de Cadiretes, las Gavarres, los Àngels -por encima de Gerona-, Rocacorba, los precipicios de Sant Roc de la Barroca, las Guillerías -donde destaca el puntiagudo Sant Gregori sobre Osor- y, en días claros, las Alberes, Bassegoda, Comanegra y, por fin, fáciles de distinguir durante los meses invernales por el blanco de la nieve, Canigó, Bastiments y Puigmal.
A poniente observaremos otras masías del centro de Hortsavinyà -can Borra y can Benet Vives-, y el inicio de las perchadas de castaños en la umbría de la colina de la Grimola.
Seguimos la pista amplia, rodeada de pinos y encinas a la izquierda y de ciruelos de madroño a la derecha. Allá donde acaba la pista nace un sendero que nos acerca al collado de las Palomeres, a la pista que enlaza Hortsavinyà con Tordera. Aquí debemos girar hacia la izquierda y volver al Hostal Viejo, rehabilitado recientemente como Centro de Información del Parque Natural del Montnegre y el Corredor.
Seguid el plano y disfrutad de la ruta, aproximadamente 5 km toda la vuelta.