El torrente de en Puig es el principal afluente de la riera de Arenys. Si bien en la parte baja presenta una pendiente muy suave, la cabecera es abrupta, cerrada por el turó de ca l’Amar, los Tres Turons (Montalt, del Mig y Vila Negra) y el Pollastre. En estas colinas nacen los torrentes que sumarán sus aguas y darán lugar al torrente d’en Puig. Son como dedos que arañan la tierra, descarnándola y encajonándose como auténticas arroyadas, originando taludes de una importante verticalidad.
El itinerario se inicia en el Punto de Información Juvenil l’Escorxador, en el torrente d’en Puig, al cual podremos acceder desde el núcleo urbano por la calle Barbeta. Situados en este lugar, cruzamos la amplia avenida de la zona industrial y tomamos la calle entre el restaurante l’Era y el almacén municipal. En lo alto de la calle encontramos una bifurcación. A la izquierda se inicia el camino del Remei y enfrente el del Corral, que es el que seguiremos. Salimos del asfalto y nos dirigimos hacia la parte trasera de las últimas naves industriales donde una encina de grandes dimensiones y un mojón nos indican el inicio del itinerario. El camino pasa en primer lugar por entre un cañaveral y después por entre el límite del bosque y una plantación de cerezos. A mitad de la subida, dejamos un desvío mano izquierda y seguimos subiendo hasta llegar a una curva muy cerrada.
El valle del torrente d’en Puig
En la umbría de la Teixonera, el bosque de encinas y pinos comparte territorio con algunos castaños. En los claros, los cerezos son muestra del cultivo más carismático de Arenys de Munt.
El valle se ofrece a la vista y permite analizar la evolución del paisaje. Can Corder, en la encrucijada de caminos, mantiene viva la actividad rural del valle, surcada en la parte baja por la principal zona industrial del pueblo. En la solana, algunos bancales han sido modificados par facilitar el cultivo hortícola de la judía, el tomate y otras verduras. En las vertientes de el Pollastre, los cerezos d’en Roca dominan. Muchos terrenos soleados, sin embargo, han sido colonizados por prados de cerrillo o de lastón (Hyparrhenia hirta) y después por los pinos. Se trata de los estadios iniciales de la sucesión ecológica que, en estos suelos magros herederos de la viña, preparan la lenta recuperación del encinar. Diversas balsas de nueva construcción distribuidas entre los bancales de la vertiente, a poniente del cementerio, explican la extensión del regadío en las antiguas zonas de secano.
El camino realiza un giro de 180° a la izquierda y se adentra en lo más oscuro de la espesura. Unos metros más arriba, el camino muestra, de improviso, una curva a la derecha y se encamina definitivamente hacia el Pollastre. Sobre la mitad de la ascensión, encontramos un pino de grandes dimensiones.
Los tres árboles: el pino piñonero, la encina y el alcornoque
Parece éste un punto de encuentro para las tres especies reinas de la comarca. Sendos ejemplares casi monumentales de cada una de ellas comparten este rincón de bosque.
El pino (Pinus pinea) real es testimonio de una época en la que la densidad del bosque era muy inferior a la actual. Su amplia copa se estira hacia los lados y muere en la parte baja. Su deseo de luz es tan grande que incluso su propia sombra le molesta. En el oscuro sotobosque ningún pino sobrevive.
La encina (Quercus ilex) vieja es la representante de un bosque que recupera su ancestral dominio. El encinar presenta una alta densidad arbórea que condiciona un estrato arbustivo muy pobre, ocupado por unas pocas especies adaptadas a la falta de luz.
El alcornoque (Quercus suber) incorpora una de las mejores protecciones contra el fuego y las heladas. El eficaz blindaje de su corteza ha facilitado a esta especie, de un modo recurrente, la colonización de territorios quemados. Si bien comparte con frecuencia el espacio con la encina, la fuerza competitiva de este espeso árbol termina desplazando al alcornoque, siempre y cuando un incendio no le dé la vuelta a la situación.
Seguimos adelante, ahora por un bosque con más claros algo más despejado, hasta llegar a la pista que proviene del collado de el Pollastre y lleva a can Catà de Dalt. Seguiremos hacia la derecha hasta llegar a la carretera de Torrentbò.
El Pollastre
La meseta configurada por este collado que une la colina de este mismo nombre con los Tres Turons ha permitido una ocupación amable del suelo. Viñas, cerezos y yermos se diseminan desde aquí hacia el torrente d’en Puig, por las pendientes septentrionales. La vertiente meridional, drenada por los torrentes de Vall de Dois, está densamente cubierta por encinas y pinos piñoneros. Al noreste, podemos disfrutar de una buena panorámica del Montnegre, el macizo más elevado y forestado de la cordillera.
Los Tres Turons dan nombre a la urbanización que se extiende a cubierto suyo y que rotura con sus calles la vertiente soleada del turó de Vila Negra, el más oriental de los tres. Este núcleo residencial, desarrollado durante la década de 1970, permite observar algunas de las características derivadas del urbanismo extensivo, derivadas de la baja densidad en la distribución de las viviendas y de su localización distante de los pueblos antiguos. Algunas de estas características son el excesivo kilometraje de las calles en relación al bajo número de habitantes, la abundancia de jardines y piscinas, la ausencia de referentes arquitectónicos y monumentales, la proliferación de perros, a escasa vitalidad de los espacios públicos o la dependencia del vehículo motorizado.
Cruzamos la carretera y entramos en la urbanización. El camino ha quedado escondido por las calles asfaltadas. El itinerario sigue por las calles dels Ametllers, els Castanyers y les Mimoses. Giramos a la derecha y tomamos la calle dels Pins. Al cabo de unos metros, aparece de nuevo el camino en forma de amplio sendero. Siguiendo hacia arriba, pasamos por el lado de una gran balsa, después nos aparece a mano derecha un barranco bastante profundo y llegamos a una zona llena de rocas redondeadas.
Geología viva
A mitad del camino entre el Pollastre y el Corral d’en Forn, la geología cambia. La roca madre de todo el municipio de Arenys de Munt está compuesta de granodioritas (un tipo de roca granítica). A partir de este punto, sin embargo, la granodiorita presenta una composición mineral que la hace más resistente a la erosión. El resultado es que las montañas toman un aspecto más abrupto, los torrentes están más embarrancados, y, por aquí y por allá, menudean las bolas de piedra.
Son fácilmente observables los componentes minerales de estas rocas. Los cristales negros, planos y relucientes de la mica destacan sobre los blancos traslúcidos del cuarzo y los opacos blanquecinos o rosados de los feldespatos. Esta dispersión de bolas graníticas es el resultado de la lenta y progresiva fragmentación de la dura roca madre por efecto del agua. En lo más hondo, la acción erosiva remontada del torrente lo hace encajarse en las vertientes de fuerte pendiente.
El camino sale de este roquedal y sigue por el bosque cerrado. Una torrentera bastante honda nos aparece a la derecha. Estamos en la cabecera del torrente d’en Puig, bajo la casa del Corral. Unos metros más arriba llegamos a una pista que proviene de las vertientes opuestas del torrente d’en Puig y llega a la casa del Corral, que ya divisamos un centenar de metros a nuestra izquierda.
El Corral d’en Forn
Éste es uno de los rincones más deliciosos y acogedores del lugar. Los encinares viejos y frescales situados en los estribos del turó de Vila Negra; los castaños que salpican las umbrías del torrente; los huertos y los cerezos aquí y allá; las densas espesuras que tapizan la cara norte de toda la cordillera; estos ambientes configuran en espacio, cerrado a poniente pero abierto a levante, que nos permite disfrutar de un paisaje diverso, abierto y luminoso.
Es éste un buen lugar para observar la red que configuran los afluentes del torrente d’en Puig.