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11 Nov, 2006


Migraciones y crisis del desarrollo . JAIME ATIENZA

ARTICLES I LINKS SOCIETAT — Publicat per smayolpi @ 15:33


La búsqueda de un futuro mejor es la explicación simplificada de los procesos migratorios, que han sido una constante a lo largo de la historia humana, y han afectado a millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia. La búsqueda de un futuro mejor, la huida de situaciones sin futuro o la construcción cotidiana y esforzada de un futuro posible pese a las dificultades que pudieran existir han estado y siguen estando presentes en los movimientos migratorios pasados y presentes. Y una huida o un camino de salida de situaciones sin futuro. Por ello, cuando hoy nos referimos al vínculo entre las migraciones y la actual crisis del desarrollo, no lo hacemos con sorpresa, sino que nos encontramos ante un proceso diferente tan sólo por los condicionantes nuevos que existen, por las circunstancias que nos trae la globalización y por las crecientes limitaciones que vienen imponiéndose a la libre circulación de personas -de migrantes- en el presente.

Así que la globalización es una de las claves que nos va a ayudar a entender este momento presente en que vivimos. Señala Saskia Sassen que mientras la globalización abre las compuertas en ciertos ámbitos, lo que potencia directa o indirectamente la migración, los marcos jurídicos de los países de llegada de los migrantes se han endurecido, haciendo de la migración una opción con nuevos riesgos, más allá de los intrínsecos a un cambio de país y a la búsqueda de una nueva vida en un entorno diferente.

Y si las crisis en el desarrollo y la búsqueda de un futuro mejor han estado en la raíz de los movimientos migratorios de la historia de la humanidad, conviene preguntarse también por el papel de la cooperación para el desarrollo. Y, de manera complementaria, por el papel que la cooperación para el desarrollo puede jugar en este contexto presente de creciente migración.

Una cooperación internacional para el desarrollo que parece haber perdido peso en las relaciones internacionales. Si la caída del muro de Berlín dio paso a una década, la de 1990, en la que surgió la esperanza de organizar un sistema de relaciones internacionales que pudiese abordar de manera concertada los grandes retos del desarrollo social y la sostenibilidad ambiental, entre otros, la evolución de la realidad en la década resultó decepcionante. Así, los compromisos adquiridos por los gobiernos para la promoción de esos y otros justos objetivos han venido siendo incumplidos de forma sistemática por países donantes y receptores del sistema de ayuda, con honrosas excepciones.

La caída en las cantidades destinadas a la ayuda al desarrollo, frenada tan sólo recientemente es solamente un indicador que avala esta visión. A lo que cabe añadir el progresivo distanciamiento de los países más ricos del sistema de los problemas del sur y la culpabilización de los pueblos pobres por su propia pobreza. Aunque abordaremos esta realidad en mayor detalle, una cosa es señalar la indudable responsabilidad de gobiernos y élites políticas del sur en la falta de desarrollo y de oportunidades de sus sociedades, y otra bien distinta, omitir aquellos aspectos en que los países ricos del sistema son corresponsables de los problemas que afectan a las mayorías pobres en el sur, desde la complicidad o el apoyo explícito a esas élites y gobiernos, en beneficio propio y de las empresas nacionales que operan en esos países, hasta las reglas de los sistemas comercial y financiero mundial, que hacen más difícil la subsistencia precisamente a aquellos países más débiles y menos modernizados, en lugar de ofrecerles oportunidades de aproximarse a los niveles de desarrollo de los otros.

Así, frente a una visión triunfalista de la realidad planetaria, los sectores más pobres del planeta han visto estancarse si no deteriorarse su situación y su desconexión de los beneficios del proceso de globalización, de avance o de modernización es hoy una evidencia. Sus vínculos con el mundo rico y avanzado se materializan principalmente a través de la visión sesgada de la realidad del Norte que ofrecen los medios de comunicación de masas. Lo que supone, entre otras cosas, un punto de contacto irreal con el Norte y sin embargo un factor impulsor de las migraciones, al exhibir en los lugares donde predomina la miseria la realidad de abundancia del mundo rico.

En el otro extremo se encuentran -nos encontramos- las sociedades ricas del norte y los sectores más pudientes del sur, unas élites perfectamente integradas en el proceso de globalización desde su propia ubicación geográfica. En un proceso que ha profundizado la dualidad de las sociedades en desarrollo, alejando de la realidad de las mayorías pobres a ese norte dentro del sur perfectamente integrado e interconectado.

En esta lógica, el dilema cotidiano entre explotación y exclusión sigue siendo una realidad para el mundo pobre, y para las clases medias empobrecidas que han crecido como sector de población vulnerable. Un contexto en que ser explotado supone la mejor opción al alcance de muchos millones de familias, cuyas posibilidades de elección se limitarían en sus propios países a esa exclusión pura y dura. Este es, ni más ni menos, el caso de las millones de mujeres que trabajan en las maquilas en Centroamérica, sin derechos laborales, con jornadas de trabajo extenuantes y salarios de hambre, pero cuya alternativa real es el desempleo y la miseria.

En medio de todo este contexto, el aumento de las migraciones aparece como una salida heterodoxa -aunque no nueva- al conjunto de factores que hacen muy difícil una vida digna en buena parte del mundo. Constituye un acto de rebeldía frente a la desesperanza que reina en buena parte del mundo en desarrollo. En el que diferentes aspectos relativos a las condiciones de vida, la ausencia de democracia -en unos casos por no existir ese sistema político y en otros en que sí existe por su incapacidad para mejorar la vida de las mayorías- el estancamiento económico, el deterioro social o la supeditación cultural, invitan a la salida. Podría hablarse de migraciones forzadas por las circunstancias, en las que el concepto que del tiempo tenemos no carece de importancia: cuando la comunicación a distancia puede ser tan inmediata, y al margen de que desde los centros de poder y pensamiento político se descarten los procesos propios de desarrollo, como de hecho sucede, millones de personas han perdido el horizonte de encontrar un desarrollo justo y digno en su propio lugar. Pues ello requeriría largos y dolorosos procesos, luchas sociales... y al fin puede resultar más sencillo cambiar la realidad cercana, personal y familiar, que tratar de abordar esa otra más global y difícil de controlar: el desarrollo.

América Latina vive en la actualidad un proceso acelerado de emigración hacia las sociedades opulentas de España y el conjunto de la Unión Europea, además de la tradicional migración a los EEUU. En tiempos pasados, en especial en el último tercio del siglo XIX y, con menor intensidad en el siglo XX, las migraciones legaban a América Latina por las crisis de desarrollo o las circunstancias políticas que se producían en Europa. Millones de españoles, italianos e irlandeses, entre otros, emigraron al continente americano. Refiriéndonos al caso de España, se estima que la emigración entre 1870 y 1910 llegó a ser de más de dos millones de personas, que llegaron a Argentina, Venezuela, México y Cuba principalmente. Años más tarde, tras la Guerra Civil española iniciada en 1936, se inició el duro exilio político, que tuvo como consecuencia una emigración no tan abundante hacia la región latinoamericana, con especial incidencia en México, receptor de los principales y más destacados exiliados políticos españoles. Hoy la dirección del viaje ha cambiado, y es la crisis y la falta de expectativas -o la violencia en el caso de Colombia o de grandes urbes de otros países- la que empuja a millones de latinoamericanos a una aventura incierta, como siempre, pero mucho más complicada por los requisitos legales de la de aquellos emigrantes españoles de hace cien años.

Para comprender el marco en el que se producen las migraciones actuales, comenzaremos el presente artículo describiendo el proceso de globalización, proponiendo una forma nueva de preguntarse sobre dicho fenómeno, prestando atención por igual a las transformaciones que se viven, se disfrutan y se sufren en los países de origen y de llegada de los migrantes. A continuación destacaremos algunos aspectos que marcan las diferencias entre el tiempo presente -y las actuales migraciones- de tiempos pasados, caracterizando aquellos factores que son parte de la crisis del desarrollo y de esta oleada migratoria. En la parte final del artículo, nos referiremos al impacto que la migración tiene sobre las sociedades de origen, para concluir con las oportunidades que se abren en la vinculación de la realidad migratoria con las actividades de la cooperación para el desarrollo.

El tiempo presente: la globalización

Globalización parece ser hoy un concepto que todo lo explica. Comunicaciones inmediatas y a larga distancia, consumo de productos con componentes fabricados en diferentes lugares del planeta, la realización de inversiones vía internet, las reducciones de personal en las grandes empresas, o la precariedad laboral… todo se contempla como parte o consecuencia del proceso de globalización. Así que se intuye la globalización como algo indefinido y fascinante que tiene que ver con las comunicaciones y el consumo, y también como algo que nos pone en situación más precaria -digamos que multiplica tanto las oportunidades como las amenazas-.

De esa globalización tan fascinante y dolorosa a un tiempo podemos tener estas imágenes… quienes vivimos en el norte rico, en un país próspero que forma parte de la región más próspera del planeta. Pero no pensaríamos lo mismo si hubiésemos nacido en cualquier país y región pobre del sur. Por supuesto que unos pocos, unos cuantos, disfrutarían de esos beneficios, pero la mayoría ni se acercará a ellos, o pensará: ¡que maravilla: ellos pueden hablar entre sí desde cualquier lugar del mundo. Pero, ¿Y las mayorías pobres? ¿Qué ganan en este proceso?

Y, ¿realmente cualquier cosa está condicionada por la globalización? En primer lugar, es importante constatar que en el inconsciente colectivo globalización se aproxima hoy al concepto de modernidad, avance científico y de las comunicaciones, pero con un lado oscuro en términos de inseguridad personal y laboral, incertidumbre, desigualdad… Esas intuiciones nos indican que en realidad estamos comprendiendo la globalización, simple y llanamente, como el período presente de la historia, el mundo en que vivimos hoy, con sus características-. Sin negar que, como señala el profesor José Antonio Alonso, estemos en una etapa globalizante, no debemos olvidar que hubo anteriores períodos globalizantes a lo largo de la historia.

En este apartado describiremos algunos elementos clave del proceso de globalización que hoy vive el planeta, así como sus puntos de conexión con la temática de la migración.

(*) Jaime Atienza Azcona (11-12-72) es economista, especialista en desarrollo. Coordinador de economía social y codesarrollo en Cáritas española. Trabajó (98-01) como coordinador de la campaña "Deuda externa ¿deuda eterna?". Autor y coautor de varios libros e informes sobre deuda externa, economía, cooperación y migraciones así como de artículos en diversas revistas y diarios (La deuda externa del mundo en desarrollo. Madrid, AKAL, 2002.). Participante en reuniones del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y las Naciones Unidas. Experiencia docente en cursos y seminarios en varias universidades españolas, y en consultoría en temas de cooperación para el desarrollo.


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