Una gota en el mar. Por Pilar Crespo Álvarez

Son las 5 de la mañana

Son las 5 de la mañana, como cada día me despierto temprano, pero hoy es domingo y me contraria no poder dormir un rato más.

En seguida pienso en que posiblemente debajo de casa hay varias personas que se arropan con unos cartones para pasar la noche, en el mejor de los casos dentro de un cajero.

En aquellos niños huérfanos, familias, y soldados que hace años que no saben lo que es pasar una noche en paz.

También en los trabajadores nocturnos que sólo les queda una hora de turno para poder ir a casa y además satisfechos de conservar su trabajo de momento. Trabajos que para muchos nos es desconocido, pero que resulta imprescindible para que al comenzar el nuevo día las cosas sigan bien, los diarios estén en los kioscos, los trenes nocturnos hayan funcionado y la ciudad esté en condiciones.

Otros, algunos de los más jóvenes puede que estén volviendo de la farra y crean que el mundo es de ellos y que no vale la pena hacer grandes esfuerzos porque con pedir dinero lo tienen, con ir a clase salen del compromiso y no son conscientes de cómo están desperdiciando lo mejor de sus vidas: su juventud. Quizá les hemos hecho una vida tan fácil que no saben valorarla, en parte es culpa nuestra y también del mal uso de su libertad. Pienso también en aquellas personas que están enfermas, que pasan horas y días con dolores constantes, o solos a pesar de estar rodeados de gente.

Ya son las 6, y doy gracias a Dios de tener un ordenador para poder comunicarme con el mundo, de tener una casa y una familia, de poder vivir en paz.

Son las 6 y tengo la suerte de poder vivir un nuevo día en el que lo que yo haga puede contribuir a construir un mundo mejor si me esfuerzo en ser mejor persona.