Sócrates y la incredulidad

Escrito por picrespo | 3 Mar, 2009

Sócrates y la incredulidad

Fernando Pascual

Aquel día había estado lleno de disputas. Después de tanto discutir con Glaucón y Adimanto, Sócrates deseaba pasar un rato tranquilo, en casa, con los suyos.

Entró al vestíbulo, y Jantipa lo recibió con el afecto de siempre. Fuera, en la puerta, un amigo llamó. ¿Qué hacer? Jantipa se secó las manos con una tela, dando a entender que el asunto era de su marido. Sócrates cedió a la curiosidad y abrió la puerta.

-Sócrates, ¿tan pronto en casa? Esperaba encontrarte en el gimnasio.

-Platón, esta tarde quería dedicarme a mi familia. ¡Qué alegría verte por aquí! ¿Nos acompañas a cenar algo?

-Con gusto, pero quería antes preguntarte una cosa: ¿cómo convencer a alguien que dice no creer en nada? Tengo un amigo que incluso te cita a ti como modelo de incredulidad.

-Se ve que es alguien que no comprende mi mensaje. ¿Cuándo he dicho que no creo en nada?

-Pues muchos lo piensan, al verte hacer preguntas y más preguntas, al poner en ridículo a las personas, al llevarles a contradecirse, al ponerlo todo en discusión, al repetir una y otra vez que tú no sabes ni enseñas nad

-Querido Platón, siéntate mientras llega un buen cocido. Tengo que reconocer que me gusta poner en duda certezas falsas. Pero también noto que muchos incrédulos son más credulones de lo que te imaginas, y que al sentirse libres de dogmas se encadenan a frasecillas intranscendentes, frágiles y, muchas veces, falsas.

-¿Te puedes explicar, Sócrates?

-Bueno, si me permites ser futurista, te dirá que dentro de 2500 años habrá pensadores que rechazarán cualquier religión. Para hacerlo, caerán en errores muy simpáticos. Algunos irán a las brujas y los hechiceros. Otros buscarán en la ciencia y la técnica la explicación de todo, hasta del espíritu (que no cabe en sus tubos de ensayo). Otros aceptarán historias falsas para atacar los dogmas y las repetirán con ingenuidad casi ridícula.

-¿Por ejemplo?

-En el siglo XVII vivirá un señor llamado Galileo Galilei. Un gran científico, aunque un poco arrogante. Prometerá una prueba que nunca llegará a dar. Y será condenado, en parte por ir contra las ideas dominantes, en parte por creer que había probado lo que no se probaría sino hasta dos siglos después.

-Entonces, ¿Galileo será un mal científico?

-No, será un genio. Pero le cegará su genialidad, hasta el punto de creer que será capaz de ofrecer certezas donde todavía la ciencia tenía que seguir un trabajo de estudios pacientes y de observaciones cada vez más exactas.

-Me imagino que muchos usarán la historia de Galileo para atacar a los creyentes que se opongan a sus ideas.

-Sí, y la usarán mal. Incluso olvidarán que Galileo será un católico convencido. Además, muchos dirán una y otra vez que Galileo, al ser condenado por haber defendido que la tierra giraba alrededor del sol, repitió por debajo de los dientes “eppur si muove” (“a pesar de todo, se mueve”). Lo cual es falso: Galileo nunca dirá eso. Lo inventarán otros bastantes años después de la condena. Y como no hay más credulón que el presunto incrédulo, muchos repetirán esa frase como si fuera una verdad probada y cierta.

-Entonces, ¿son también credulones y engañables los enemigos de las religiones?

-Como cualquier ser humano. Sólo que algunos se dejan engañar por las fórmulas químicas, otros por los títulos, otros por algo nuevo que se llamará internet, otros por libros muy famosos vendidos en millones de copias...

-Y la gente religiosa, ¿no estará también engañada?

-Depende de cómo llegan a creer en la propia religión. Si uno cree simplemente sin pensar, sin darse cuenta de aquello en lo que funda su creencia, seguramente vivirá en las sombras, y será fácil enredarle, sacarle de su fe barata e introducirle en otras creencias, muchas de ellas completamente absurdas.

-¿Por ejemplo?

-Habrá personas que no sabrán nada de historia y creerán que las religiones han sido lo más desastroso que haya ocurrido en el planeta. Otros aceptarán teorías materialistas sin darse cuenta de que el materialismo destruye la ética y deja abierto el campo a cualquier tipo de barbarie. Otros se refugiarán en espiritualidades confusas y a medida de todos los gustos como las que poblarán el mundo del New Age. Otros, como te dije, irán a las brujas para ver si van a ganar o perder las elecciones, si se casan con Tiburcio o con Filomena. Otros tratarán imágenes de santos como si fuesen dioses en pequeño, mientras que no sabrán qué es la misa ni qué dice el Evangelio. En fin, los periódicos estarán llenos de horóscopos absurdos, y pobre de ti si pides que supriman secciones tan “imprescindibles”.

-Desde luego, Sócrates, en algo hay que creer en la vida. Tú, por ejemplo, creíste en tu esposa y ella creyó en ti. Como también tú crees que existe una Inteligencia suprema que busca lo mejor para los hombres.

-Son cosas que en parte creo y en parte, te lo confieso entre amigos, también sé. Porque con un poco de disciplina mental podemos llegar a reconocer que Dios existe. Y con un poco de apertura, también podemos suponer que si Dios interviene en el mundo será siempre para nuestro bien. Fíjate que tendrás un discípulo llamado Aristóteles que dirá algo parecido.

El olor que salía de la cocina se hacía cada vez más intenso. Jantipa había escuchado buena parte de la conversación, mientras mezclaba verduras y condimentos, sin dejar de asomarse por la ventana para ver al hijo pequeño que no paraba de perseguir a los grillos del jardín.

Pensaba ella, con un espíritu profundo y sincero, que su marido no sólo “creía” en ella, sino que, sobre todo, la amaba y la comprendía. Aunque luego una leyenda, difícil de superar como tantos prejuicios con los que muchos creen haber encapsulado el pasado, presentaría al matrimonio Sócrates-Jantipa como lleno de tensiones y vacío de cariño.

Existe un horizonte de verdades que alcanzan los hombres y mujeres del planeta cuando empiezan a creer con fe madura y a pensar con una razón profunda y abierta a todo lo verdadero. Fe y razón: dos caminos que nos permiten ser buscadores de la verdad, como lo fueron Sócrates, Platón y Aristóteles, en el mundo griego, y Agustín de Hipona, Anselmo de Aosta, Tomás de Aquino, Henry Newman o Gilbert Chesterton, en el mundo cristiano.

Dos mundos que, en el fondo, no son opuestos, porque la fe y la razón, según nos recordó Juan Pablo II, no están en lucha, sin que se ayudan mutuamente para elevarnos hacia verdades profundas, hacia bienes eternos, hacia amores que explican la vida y dan sentido a la existencia humana.cid:image005.jpg@01C99BD8.654A9E40

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