Recomanació d’un eclesiàstic

Publicat per fxsabate | 21 Gen, 2008

    Un eclesiàstic a qui tinc en gran estima i respecte em recomana la lectura de l'article de Salvador Cardús publicat a La Vanguardia el 9 de gener de l'any 2008 que som. Qui conegui la bioagrafia de Salvador Cardús no li atribuirà precisament cap veleitat socialista ni d'ateu ni tan sols d'agnòstic. Vagi el meu agraiment a l'amic que me l'ha recomanat de qui, naturalment, no puc dir el nom. Quins temps ¡¡¡

    No l'he traduit per respectar estrictament el text en la seva integritat

     Escapismo espiritualista 

    No tengo ningún interés en discutir el papel político que la Conferencia Episcopal Española lleva desempeñando estos últimos años. Sabemos de sobras qué sectores son ampliamente mayoritarios y controlan la organización, conocemos cuál es su práctica política a la hora de defender sus intereses materiales disfrazados con discursos supuestamente evangélicos y estamos al tanto de su radical nacionalismo español. 

    Por los hechos la conocemos: la exacerbación del odio entre los pueblos que conviven en España a través de la Cope, sus documentos ideológicamente reaccionarios o las grandes manifestaciones de calendario siempre bien calculado para que tengan su máximo efecto político a favor de las conveniencias electorales del partido político que protege mejor sus privilegios, sólo por poner tres ejemplos. Ciertamente, podría debatirse hasta qué punto los intereses materiales y los puntos de vista espirituales de la Conferencia Episcopal Española son “verdaderamente” evangélicos, pero este es un asunto para el que doctores tiene la Iglesia, y no voy a ser yo quien se entrometa en él.

    En todo caso, como cualquier otra organización, la Iglesia puede defender sus privilegios dentro de los cauces legales establecidos y no creo que nadie discuta su derecho a opinar en público y a querer orientar el voto político de sus miembros. Otra cosa es que se adivine un discurso mendaz y una grave voluntad de confundir cuando la Conferencia Episcopal Española acusa sin razón alguna a los poderes públicos de conculcar el derecho de sus asociados a vivir cristianamente, de impedirles el matrimonio indisoluble según su modelo de familia o el educar a los hijos de estos en la fe católica. Incluso puede dudarse de si las grandes concentraciones tan bien puestas en el calendario electoral son el mejor camino para llenar las iglesias o si tienen otros  propósitos, aun a riesgo de acabar de vaciarlas. Pero también en este asunto los señores obispos tienen su derecho a tomar las decisiones que más les interesen, y sus fieles a seguirles o no. Incluso los obispos pueden opinar sobre la democracia en la sociedad española y si está en peligro, con la total tranquilidad de que nadie podrá señalar la más mínima crisis de la democracia en su propia organización eclesial, simplemente porque no la hay.

    En cambio, me preocupa la dejadez, por no decir la cobardía, de la jerarquía de la Iglesia catalana que ha permitido que se diluya el perfil propio que había tenido en nuestro país. Aquella Iglesia que con gran dignidad y coraje habían dirigido los obispos Pont i Gol, Masnou, Jubany, Guix, Torrella, Camprodon o Deig. La que permitió, a pesar de los malos tiempos, formar a sus sacerdotes bajo la expectativa del concilio Vaticano II, la influencia de la espiritualidad francesa o el rigor de la teología alemana. La que publicaba documentos como Arrels cristianes de Catalunya. La que tenía referentes en Montserrat y Poblet. La que llegó a convocar un concilio provincial Tarraconense en 1995 y la que soñaba con una conferencia episcopal propia. Esa Iglesia, simplemente, ha enmudecido.  El momento presente de la Iglesia catalana ha quedado muy bien dibujado en las dos recientes anécdotas de estas fechas.

     

    Por una parte, la nota de protesta del cardenal Martínez Sistach sobre el programa de humor político Polònia y su versión de Els Pastorets. La segunda, la indisposición que permitió al cardenal justificar su ausencia en la concentración madrileña del pasado 30 de diciembre. En cuanto a la protesta por Polònia, se trata de una reacción timorata, ridícula y que denota una falta absoluta de sentido de humor.

     

    Lo grave del comunicado del cardenal “deplorando que no se respeten los sentimientos mayoritarios” es que pone en evidencia cuán alejado está de la realidad y el sentir de las gentes que se supone que debe guiar. Como escribí en otra ocasión, estos pastores no son de los que abandonan el rebaño para ir a buscar a la oveja perdida, sino de los que para proteger a la oveja sumisa son capaces de ahuyentar al resto de rebaño. Por lo que respecta a la oportuna indisposición de fin de año del cardenal, la pregunta es qué hubiera hecho en caso de estar sano.

    A los católicos catalanes nos gustaría saber si lo de la indisposición fue una mentira piadosa para mantenerse alejado del jolgorio episcopal español o si, en caso de haber tomado su Frenadol a tiempo, Martínez Sistach habría participado en él. Necesitamos saber, de manera clara y pública, si los obispos catalanes comparten o no el estilo, el espíritu, el contenido y el propósito de la concentración de fin de año convocada por la que, de momento, consideran su Conferencia Episcopal.

    Si no, deberemos concluir que la actual jerarquía de la Iglesia catalana tiene muy poco de evangélica, en el sentido de nula capacidad para la denuncia valiente de los mercaderes que ocupan el templo. Desgraciadamente, si callan, se confirmará que aquí se practica el escapismo espiritualista –lean las cartas semanales de algunos obispos–, que se amonesta por encargo de los habituales grupos de presión minoritarios y que nuestros obispos –y los aspirantes al cargo– no tienen misión evangélica más alta que la que viene marcada por las aspiraciones de su carrera eclesiástica. 

     

    salvador.cardus@uab.ca