14 d'abril: Visca la República!

Publicat per llbalart | 13 Abr, 2009

Un bon amic m'ha demanat un article sobre l'ensenyament a la Segona República. L'he fet avui,  i en castellà, com li convé. L'he penjat aquí, sense traduir,perquè no em queda temps per fer-ho.

També convé que sabéu que Josep Sáncez Cervelló convoca un sopar republicà per cosntituir un Ateneu Republicà a Tarragona. Serà el dia 17 d'abril a les 22:00, al restaurant Piscolabis, carrer Martí d'Ardenya, 6. Les persones interessades poden inscirure's ingressant el preu del menú, 25 euros,  al compte de BANCAJA número 2077 1138 15 3100135478. 

Bon profit!

 

Lluís Balart Boïgues

La política de educación de la Segunda República y la Generalitat


La proclamación de la Segunda República Española en el año 1931, fue la respuesta cívica a la parálisis política en que había caído el régimen monárquico por la desconexión con el entorno social de los partidos dinásticos que le daban soporte. La dictadura de Primo de Ribera, que había sido la solución autoritaria a la crisis, se convirtió en el punto de no retorno hacia un nuevo sistema político acorde con la necesidad de modernización del país, introduciendo reformas que la corona era incapaz de asumir.

Una de las cuestiones pendientes era la generalización de la educación académica básica, mediante la inversión para dotar de escuelas a todas las poblaciones y la universalización de la enseñanza pública, que contaba con la competencia de las instituciones religiosas que habían desarrolado un potente sistema escolar gracias al privilegio que le concedía la ley de educación, la ley Moyano, aprobada en 1857 y que estaría más de cien años en vigor, eximiendo a los institutos religiosos de la acreditación de título de maestro para impartir la enseñanza primaria y el depósito de una fianza para la secundaria, requisitos que eran necesarios para cualquier otra entidad privada que quisiera dedicarse a la enseñanza, atendiendo las disposiciones del Concordato entre la Iglesia y el Estado que imponían la supeditación de toda la enseñanza a la doctrina de la Iglesia Católica Romana.

En el primer gobierno republicano, Marcelino Domingo, nacido en Tarragona, fue nombrado ministro de Instrucción Pública. Junto al alicantino Rodolfo Llopis, director general de Enseñanza Primaria, pusieron en marcha un ambicioso plan de construcción de escuelas primarias. Mientras la monarquía había creado entre 1909 y 1931 un total de 11.128 escuelas, lo que representa un promedio de 505 anuales, en sólo los 10 primeros meses de existencia la República construyó 7.000, al final de este año se habían completado 9.600, ya con Fernando de los Ríos al frente del ministerio, y se alcanzó la cifra de 10.000 nuevas escuelas a principio de 1933.

Para hacer frente a la necesidad de maestros el gobierno organizó cursillos dirigidos a todas aquellas personas que estaban en posesión de un título de magisterio, pero que no habían podido ejercer como tales debido a la falta de plazas escolares, que en su mayoría habían obtenido una plaza de funcionarios en otros servicios públicos. El éxito fue total, se inscribieron unas 15.000 personas que optaban a un total de 7.000 plazas aproximadamente, lo que garantizó una adecuada selección de las personas más aptas. Entre 1931 y 1933, un período en el que los salarios permanecieron estables, los sueldos de los maestros se incrementaron en un 15%, convirtiendo estos estudios en una opción atractiva, de manera que se garantizaba poder cubrir la posible demanda que generaría el plan quinquenal establecido, que pretendía crear 27.000 nuevos centros escolares.

Al mismo tiempo, el gobierno impulsó la laicidad en los centros escolares, ordenando la retirada de crucifijos de las aulas, lo que generó una contraofensiva religiosa, que, unida a las limitaciones presupuestarias que imponía la difícil situación económica, limitó el ritmo de creación de nuevas escuelas, impidiendo lograr la cifra prevista.

En Catalunya se planteaba, asimismo el reto de normalizar la enseñanza del catalán, y en catalán, en la escuela. A pesar que la competencias legislativas y de gestión en materia de enseñanza que otorgaba a la Generalitat el Estatuto de Núria fueron eliminadas por las cortes constituyentes de la República, la Generalitat se esforzó, bajo la dirección del conseller de Cultura Ventura Gassol, en la la formación del personal docente, de la creación de centros piloto en enseñanza primaria y secundaria, de la mejora de las enseñanzas técnicas y la extensión del uso del catalán en todos los niveles, aportando un esfuerzo presupuestario superior a las exigencias legales, lo que indicaba la prioridad que significaba en la acción de gobierno.

Esta breve relación de la importancia que dieron a la educación las instituciones gubernamentales de la República, no puede cerrarse sin destacar el papel que jugaron unos hombres, dos de ellos ya mencionados, nacidos en nuestras comarcas:

Marcel·lí Domingo, ministro de Instrucción Pública en dos ocasiones. Había nacido en Tarragona, en la plaça de la Font y se formó y ejerció como maestro en Tortosa. Rué un hombre de una trascendental influencia política en toda la provincia de Tarragona que va más allá del estricto marco de su militancia partidista para hacerse sentir en un amplio espectro de la izquierda nacional y federal. A él le cupo la responsabilidad de ejecutar una audaz política de enseñanza, introduciendo novedades como la coeducación y a él se debe el acierto en su aplicación en los primeros momentos de la andadura republicana.

El otro es Ventura Gassol, nacido en la Selva del Camp, poeta y activo político nacionalista. Nombrado inicialmente conseller de gobernación en la Generalitat provisional, pronto pasó a la cartera de cultura desde donde desplegó un amplio abanico de iniciativas de apoyo a la educación escolar.

No puede cerrarse este capítulo de homenajes personales sin hacer mención de un hombre de a pié, de los que aplicaron desde las aulas la política de enseñanza como una herramienta de emancipación de la clase obrera. Injustamente olvidado, es necesario rescatar del anonimato la figura de Francesc Blanch.

Era originario de la Terres de l'Ebre, estudió en Tarragona y ejerció el magisterio en Torredembarra, donde fue muy apreciado par la población. También ejerció de periodista en el Diari de Tarragona. Comunista convencido, militó en el POUM y fue destacado dirigente de la Federación de Enseñanza de la UGT, por lo que al finalizar la campaña de ocupación de Catalunya durante la Guerra Civil tuvo que exiliarse en Francia, donde padeció los rigores de la Resistencia y fue prisionero de las tropas nazis alemanas. Después de la Segunda Guerra Mundial fijó su residencia en Burdeos, trabajando como farmacéutico hasta jubilarse y donde finalmente murió.

Una vez fallecido Franco, volvió a Tarragona, adquiriendo la costumbre de efectuar un viaje anual para atender sus obligaciones fiscales en España, saludar a los familiares y a los pocos amigos supervivientes. En el curso de estas visitas regulares, realizadas en años de la transición política, nadie le rindió el homenaje que mereció y que desde aquí reivindicamos (Cosa que seguro apoya Jordi Suñé).